“Dime que esto no es verdad”, me escribió una amiga de Guadalajara por el Whatsapp y me mandó un link que en la parte final decía: web donde se comercia con niños para violarlos o matarlos. Todavía hoy recuerdo lo que leí y se me alebrestan las entrañas.
“(…) Hackers michoacanos identificados con el grupo Anonymus y reporteros freelance del Proyecto Goliath México han descubierto (…) una red de contactos entre pedófilos con centro de operaciones en Morelia, y que brinda ‘servicios’ exclusivamente para el DF, Guadalajara y Monterrey.”
“Según los datos revelados, esta red sustrae o compra niños menores de 11 años, los cuales son alquilados o vendidos para ser violados y abusados sexualmente por cuatro mil dólares; o comprados como esclavos sexuales por 10 mil dólares, e incluye ciertas normas de protección para evitar ser atrapados por las autoridades.”
“El contacto de la ‘operación’ se inicia en Morelia vía telefónica. El menor que será ‘comprado o rentado’ puede ser traslado a dónde el pedófilo lo desee”.
Curiosamente, una amiga chilanga que trabaja en una ONG que ayuda a las víctimas de trata de personas y secuestro, me acababa de contar que meses atrás había participado en un operativo en Tepito. Ahí, rescataron a varios bebés que eran “rentados” exclusivamente para sexo oral. “La señora que los cuidaba le dijo a la policía que ella les daba té de manzanilla para quitarles el sabor en la boca; fue ahí cuando me lancé a madrearla; pinche vieja”, me contó Alejandra y yo le aplaudí el arrebato.
—También hay lo que se conoce como invernaderos —me dijo.
—¿Y eso qué es?
—Lugares donde tienen a la fuerza a mujeres embarazadas para quitarles a los hijos en cuanto nazcan. Un día te voy a llevar a uno de esos operativos; se te va a partir el corazón. Las historias que me he encontrado son terribles, son historias de puro hijo de la chingada —me dijo Alejandra y, como el periodismo a veces es un acto de fe, le creí.
Algo de esto le conté a mi amiga de Guadalajara.
—¿Entonces es verdad? —me preguntó.
—Lamentablemente, sí.
Minutos después, volvió a escribirme. Me dijo que sentía como si quisiera vomitar y luego, en tres palabras, definió a los pedófilos: “¡Hijos de puta!”.
Y sí, hijos de puta. Pero también todos aquellos funcionarios que permiten que nuestros niños sean tratados de esa manera. Así que, señores delegados, asambleístas y anexas, dejen de llenar la Ciudad de México de su publicidad atiborrada de lugares comunes y falsos éxitos.
Nuestros niños no merecen caer en las garras de estos lobos.
(Alejandro Almazán / @alexxxalmazan)