¿Qué es un vecino? Antes de que den rienda suelta a su memoria y ésta se les pueble de esos agravios, menores y no tan menores, propios de la experiencia de vivir en barrios tan populosos como los del DF, permítanme acotar los terrenos hacia donde quiero dirigir esta reflexión.
El día de ayer la portada de Más por Más nos ilustraba sobre la precaria, por decir lo menos, situación de la seguridad en el “vecino” Estado de México. Me gustó la edición. Es clara y contundente al exponer la emergencia que atraviesa el Edomex. Pero hay una cosa que al correr de las horas me preocupó.
¿Se puede hablar de vecinos al referirnos a los mexiquenses? ¿No será más bien que en este caso el llamar vecino a quien habita en el Estado de México es una manera sutil de hacernos tontos con respecto a una materia crucial que debería concernir plenamente a los chilangos, como es la violencia y la inseguridad en el Valle de México?
Porque esa comunidad vibrante que nombramos “capital” no sería la misma sin los alrededor de cuatro millones de personas que cada día llegan al Distrito Federal a trabajar, estudiar o a, como se dice en mi tierra, a hacer un pendiente. ¿Y de dónde provienen mayoritariamente esas personas, que algunos llaman población flotante? Pues de poblaciones con código postal en el Edomex.
Y, en sentido contrario, cuando con regularidad vamos a Valle de Bravo o a Malinalco ¿acudimos a poblaciones del “vecino” Estado de México? No, ¿verdad? Esos destinos son más bien una agradecible extensión del Chilango way of life.
Porque, si hay un tiroteo y mueren dos personas como ocurrió la tarde de ayer por Tepotzotlán, ¿es realmente algo que pasa en la casa del vecino o en la nuestra?
La respuesta obligada, desde mi punto de vista, es que no es cierto que el vecino está en problemas. La ola de violencia que azota a varios municipios conurbados del Edomex es ya un asunto, y uno vital, de los capitalinos.
Porque de poco nos van servir a los capitalinos los 80 mil uniformados que cuidan al Distrito Federal si la violencia en Izcalli, en Tlalnepantla, en Naucalpan, en Ecatepec, en Neza, en Chalco, etcétera, sigue por donde va.
En el Distrito Federal, cada viernes altos mandos de la procuraduría capitalina y de la Secretaría de Seguridad Pública reportan directamente al jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera las estadísticas de los delitos que ocurren semanalmente en la capital. Es una reunión que dura poco menos de una hora. En ella, tras revisar al detalle la incidencia delictiva, de viva voz diversos jefes de la SSP y de la PGJDF reciben instrucciones precisas de Mancera.
Por eso es que, y ante la quemazón en la zona conurbada, las autoridades capitalinas han intensificado los rondines y las revisiones policíacas en la periferia. Y si ven por varias lados el llamado operativo Rastrillo, es que en la jefatura de gobierno quieren reforzar la presencia de las autoridades para ganar visibilidad y sofocar cualquier acción delictiva.
Sin embargo, nada de eso será suficiente si los capitalinos no asumimos que el problema del Estado de México es nuestro. Si no asumimos que en el Distrito Federal tenemos más medios, de comunicación y de participación ciudadana, para demandar de las autoridades acciones efectivas. Esta violencia no es un problema del vecino. Es enteramente nuestro, chilango. Más nos vale involucrarnos en la solución del mismo. ¿O ustedes creen de verdad que don Eruviel Ávila puede solito con el paquete?
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