Cada año -a veces, dos veces al año- la rutina se sigue de forma detallada. De hecho, como ritual religioso. No por nada, Eduardo Arcos (uno de los hombres que más sabe de tecnología y cultura digital) lo cataloga con un título que retrata la vivencia.
Imisa.
Apple convoca con distintos caminos a una presentación que se realiza en San Francisco. A veces en el Yerbabuena Center y otras en otros recintos.
Hasta antes de su muerte, Steve Jobs llevaba la batuta de una coreografía perfectamente aceitada. Primero, explicar y exponer los logros de Apple en los distintos campos. La utilización de palabras como “hermoso” “fantástico” “impresionante” “totalmente nuevo” no faltarían durante el discurso.
Después, explicar la necesidad para, al final, presentar el producto. Producto que tenía que despegarse de todo lo que hubiera en el mercado. Incluso, romper con la media y los estándares que la sociedad ya había adoptado como comunes.
De esa forma, la Mac clásica usó el Mouse, la iMac se olvidó de los floppys, el ipod nunca consideró la grabación análoga, el iPhone no usaba los estándares de teléfonos de hace más de un sexenio, el iPad no tenía puerto USB, las Mac air no tenían ya disco óptico.
Cada uno de los productos rompían con el pasado. Jobs usaba la frase “una cosa más” para, incluso, ironizar sobre la mucha o poca importancia de los anuncios a partir de su posición en las exposiciones.
Tras el agravamiento del alma de Apple, todo se pudrió.
Cierto, a la fecha no hay presentación de ningún producto de ninguna otra marca que genere la expectación y seguimiento de los productos de Apple. Ni Samsung ni Sony ni Google ni ningún competidor ha logrado replicar esa sensación de frescura, novedad y vanguardia que tienen las misas cibernéticas que ahora liderea Tim Cook.
Todo lo demás, ya lo tienen.
Periodistas y cronistas van y aplauden los anuncios y usan las frases “hermoso” “impresionante” “totalmente nuevo” como lo haría un bloguero fanático de la marca. Eso no quiere decir que sea así.
Aquí hago un paréntesis: soy usuario de Apple incluso antes de que se masificara. Cambie las pc de las cabina de W por una IMac que se llamaba “Lulú”, instalé la primera red de AirPort en Imagen y no cambio mi iPad o mi iPhone por otros teléfonos. No obstante, hoy las imisas me parecen espacios donde los alcances que lograría Apple se ven limitados por la nube que opaca realidades como que lo anunciado alguien ya lo hacía antes y que la diferencia estriba, muchas veces, en cimientos de hace 17 años.
Y al decir esto, para los que siguen las imisas, es como ser Lutero.
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(GONZALO OLIVEROS / @goliveros)