Algo oscuro ha pasado por el cielo de México.
Está herida la tierra
y en los labios del viento
silba el agudo filo de antigua profecía.
Aurora Reyes
Había una vez un señor llamado Fausto que, en su ambición de poder, hizo un pacto con el Diablo; es decir, entró al PRI.
Mepristófeles le ofreció todo lo que él soñaba a cambio de su alma, como suele hacer con otros jóvenes ambiciosos y soberbios que están dispuestos a lo que sea con tal de tener un poco de poder.
Lamentablemente ya sabemos lo que sucede cuando alguien hace un pacto con el Diablo. Ya sea en las más altas obras de la literatura universal o en las más pinches películas de Brendan Fraser, el Diablo tiene una muy particular manera de cumplir sus compromisos.
Esto habitualmente lo ignora quien ha firmado un pacto con el Diablo, tan inocente como la parejita que decide irse a fajar a la orilla del lago donde vive Jason. Candidez necesaria para que esta historia se siga contando eternamente. Así que, volviendo a Fausto, el joven funcionario comenzó su descendente carrera política con su nombramiento como secretario de Educación en el Sexenio de Ernesto Zedillo, sin saber que sólo duraría 54 días en ese puesto, ya que se descubrió que firmaba documentos como “doctor” sin tener su título.
Muchos años y muchos puestos de segunda después, cuando en teoría la vida tendría que haber hecho entender a Fausto el pésimo pacto que había hecho con Mepristófeles, el hombre volvió a caer siendo director general de Televisión Educativa de la secretaría que alguna vez encabezó. Ebrio y exaltado interrumpió la lectura de un poema de la pintora y escritora Aurora Reyes, acto que le costó la remoción de su puesto, a pesar de haber realizado varias patéticas arengas a favor del presidente Peña Nieto.
Poco más de un año después de aquel incidente, el soberbio y prepotente Fausto se ha declarado en quiebra, fue echado de su casa por no pagar la hipoteca y ha dormido en la calle. En las redes sociales publicó un texto diciendo que está “dispuesto a trabajar de cualquier cosa”, cosa que no tendría que dejar por escrito ya que todos lo sabemos. Siempre lo ha hecho. El único beneficio de su desgracia será que ahora tendrá el tiempo y quizás la humildad para comprender las palabras de Aurora Reyes, esas que interrumpió con vulgaridad y prepotencia cuando era un flamante funcionario público.
La moraleja de esta fábula tendría que ser que no se deben hacer pactos con el Diablo, pero cuando se le ha reclamado a Mepristófeles por la suerte de Fausto, él se ha deslindado reiteradamente diciendo: “Yo siempre lo puse en los mejores lugares posibles. A mí ni me vean. El que la cagó fue él”.