Ricardo Pérez Esparza era el velador del estacionamiento donde Darío Aguilar Aguilar se robó mi auto en abril pasado. Desde que levanté la denuncia, don Ricardo fue arrestado por haberse quedado dormido. Recuerdo haberle pedido al ministerio público que dejara libre al viejón, pero me respondió que, si lo hacía, sería como si el robo no existiera. “¿Puedo otorgarle el perdón?”, le pregunté. “No. El robo se sigue de oficio; o sea: ese señor ya se chingó”. Sugerí que, en el fondo, el dueño del estacionamiento tenía más responsabilidad, pues él había dejado que el tal Darío viviera en uno de los cuartos del negocio. Nada removió al MP y siguió con la denuncia. Durante las semanas siguientes, visité la agencia del MP para ver cómo iban las investigaciones. Los agentes ni siquiera habían ido al domicilio de Darío. Por esas fechas, el dueño del estacionamiento se negaba a pagarme, pero se ablandó cuando le clausuraron el negocio. A finales de julio fui a los juzgados del Reclusorio Norte y declaré que el daño había sido reparado. También pedí que don Ricardo fuera liberado, pues Darío había abusado de la confianza, y que la procuraduría capitalina fuera a buscarlo; finalmente, él era el verdadero culpable. El MP que tomó mi declaración me dijo que el futuro de don Ricardo lo decidiría un juez, pero que era casi seguro que saldría. Del paradero de mi auto y del ladrón no se animó a darme certezas. Recuerdo haber visto al viejón atrás de la rejilla. Estaba hecho un emparedado de nervios y desamparo. “La va a librar”, le dije con cierta confianza y fue la primera vez que, en los años que tengo de conocerlo, lo vi sonreír. La vida, sin embargo, es injusta. La semana pasada llegó a casa un documento del juzgado donde se lleva mi caso. Era la notificación de que don Ricardo había sido condenado a 6 años de prisión. “Quedó acreditado el delito de robo agravado (…), así como la responsabilidad penal del justiciable Ricardo Pérez Esparza, alias El Güero, en su perpetración (…)”. No se necesita haber estudiado derecho para entender la situación: don Ricardo se queda en las mazmorras porque la procuraduría capitalina no investiga. Le parece más cómodo culpar a alguien que se quedó dormido (¿eso merece 6 años de prisión?) que encontrar mi auto y a quien se lo robó. Y todo para que mi caso aparezca en los informes de la justicia capitalina como resuelto y las autoridades presuman que el crimen siempre paga. Lo peor es que quienes supuestamente resolvieron este robo recibirán un bono, porque así se acostumbra por estos lugares del chilango: premiar a una bola de agentes que mienten y culpan a inocentes. Don Ricardo, por lo que sé, apenas ganaba el salario mínimo, en la cárcel le piden mucha plata y el dueño del estacionamiento ni siquiera va a visitarlo. Para colmo, su abogado parece estar más bien en su contra. Yo sólo quiero que arresten a Darío y que don Ricardo salga de ese infierno. Ya no estamos en tiempos de que las prisiones sean llenadas de gente pobre e inocente. – See more at:
(ALEJANDRO ALMAZÁN / @alexxxalmazan)