Bajo una luz tenue hojeaba periódicos de un siglo atrás que se desmoronaban en mis dedos: el tiempo los había dejado quebradizos como hostias de la Eucaristía. Ansioso, en el Fondo Reservado de la Hemeroteca Nacional leía esas reliquias que ocultaban perlas: noticias de esgrima, regatas, lucha, hipismo, que le daban forma a mi tesis sobre el nacimiento del periodismo deportivo en México entre 1882 y 1897.
En largas jornadas, hace 17 años escrutaba El Siglo Diez y Nueve, El Monitor Republicano y otros diarios de la primera época de don Porfirio en la presidencia. Aunque mi interés primario era el deporte, saltaba a los ojos una palabra que Juvenal, Job y demás periodistas de entonces repetían como un gesto verbal compulsivo: Justicia. Escribían como enfermos la palabra Justicia, el Santo Grial que la sociedad perseguía y que siempre se escapaba: el país era cruelmente desigual y la Cárcel de Belem estaba repleta de periodistas.
Para una entrevista que Newsweek en Español publica esta semana, pregunté a Araceli Andrade, abogada de Lydia Cacho, Pedro Canché y otros reporteros perseguidos, cómo busca nuestra Justicia a los homicidas de los 110 periodistas asesinados desde 2000. Y respondió: “Por la serie CSI muchos jóvenes mexicanos se enamoraron de la criminalística, y quieren ser peritos en dactiloscopía, documentoscopía. Estudian y luego viene el problema: el Estado no provee laboratorios ni tecnología. Los peritos me dicen: ‘No tenemos nada, nosotros creamos (sustancias para peritajes) con jabón, talco, químicos de cocina para medio sacar una huella’. Es un desastre. En feminicidios y delitos que llevo, veo peritos cargando su botella de (limpiador) Windex con mezclas caseras. Así buscan resolver casos e imputar a los asesinos de periodistas”.
Desprovistos de lo necesario, los peritos -justicieros del nivel más práctico y esencial- hacen pesquisas con menjurjes hogareños. Leímos bien: Windex. El obsceno gobierno sólo tiene dinero para brindar Windex a la Justicia, pero para que 391 personas acompañen al Presidente a Francia sí hay un guardadito. Eso es patearnos, vejarnos, escupirnos. Eso también es corrupción.
Si nuestra Justicia deambula con su botella de limpiador de vidrios para buscar asesinos, no es extraño que el gran narco del planeta construya un túnel de 1.5 kms para huir de una cárcel de máxima seguridad sin que nadie lo oiga, y que baje a ese túnel sin que nadie lo vea.
Pese a que ya no estamos en 1887 sino en 2015, son incalculables las veces que aún surge en notas periodísticas la palabra Justicia. Esa sigue siendo nuestra utopía, aunque don Porfirio haya muerto hace 100 años.
Parece que no hay otro modo de entenderlo: a este gobierno le conviene El Chapo libre, los periodistas asesinados, la justicia con Windex. Le conviene el caos y la inmundicia porque sólo ahí dentro los buitres se dan un banquete.