Recientemente me ha tocado asistir a dos ferias del libro, Buenos Aires y Los Ángeles, donde la Ciudad de México ha sido la invitada de honor. La Secretaría de Cultura del Distrito Federal organizó en ambas plazas una agenda de conversaciones para introducir al público lector la idea de que la Ciudad de México está a la vanguardia del país, que esta es la capital de los derechos cívicos y el desarrollo social.
Cada día encuentro menos lógica esta narrativa, inventada por los gobiernos del PRD en la ciudad.
El otro día, cuando regresaba del aeropuerto a la casa, vi una ciudad agotada. Su caos no me pareció vital ni los ambulantes y sus toldos amarillos afuera del mercado de Sonora representaban la fuerza mágica de nada, y ni siquiera las partes más ricas de la ciudad me parecieron más atractivas.
La remodelación de avenida Masaryk, la gran intervención urbana de estos últimos años, por ejemplo, es un pequeño desastre. El granito es demasiado blanco y para caminar por allí se necesitan lentes oscuros. Obviamente no hubo concurso público ni oportunidad de discutir si queríamos una Quinta Avenida o un Rodeo Drive en la ciudad.
Quién sabe qué pasó, pero tampoco hay cableado subterráneo y los hilos ahora penden de los mismos postes, pero más precarios. Como el plan original se modificó para dar cabida a las demandas particulares de esta tienda y de ese otro grupo poderoso, las banquetas se ven llenas de parches.
¿Qué proponen los delegados y diputados en campaña? ¿Qué proyecto de ciudad está en disputa? Quién sabe. Mientras tanto, la contaminación del aire está fuertísima. Y el jefe de Gobierno no tiene más plan que mandar a investigar a Marcelo Ebrard por la compra de un predio en la colonia Roma. Y el PRD no ve otro horizonte que candidatear a Miguel Ángel Mancera como próximo Presidente de México (Mancera, a su vez, se ruboriza y se descalifica modestamente para el puesto).
Este fin de semana en Los Ángeles, leía con interés las noticias locales: el director de orquesta Gustavo Dudamel estrenó con gran éxito la pieza de una autora finlandesa e interpretó con maestría obras de Ravel. Hubo una fuga de gas en alguna parte de la ciudad; en otra, descubrieron un cadáver calcinado. Un día de campo noticioso si se considera que Ecatepec está en medio de una de las tragedias humanitarias más grandes en la historia del país.
Una noche, me fui a cenar solo a un restaurante de Los Ángeles. Me senté en la barra a disfrutar de un sabroso pescado con verduras a la parrilla en una salsa de aceitunas, cítricos y alcaparras, todo bañado por un verdejo.
Había un tipo en la barra con ganas de hablar. Cuando le dije que era de la Ciudad de México frunció la cara, como haciendo un gesto de asco. Era un joven programador que se preciaba de no leer libros. Su única referencia de la ciudad era una película de Denzel Washington, Man on fire, que trata de una ola de secuestros. El tipo hacía generalizaciones racistas a partir de esa película, como esperando picarme el orgullo y generar un debate.
Confieso que esa noche no pude encontrar argumentos en favor de mi ciudad. El pastel de limón con duraznos a la parrilla estaba, por cierto, buenísimo.
( Guillermo Osorno)