Se lo merecen por ricos. O si no se lo merecen, tampoco vamos a llorar. Así más o menos la mala leche del respetable cuando se dieron a conocer las afectaciones por los deslaves en Santa Fe, al poniente de esta capitalísima ciudad nuestra. Con ganas de responderles a la brava: si a los “ricos” se les deslavan los cerros, qué no nos estará pasando a todos los demás en esta sobre-explotada, sobre-construida, sobre-maltratada urbe en que vivimos. Pero ya sabemos que en la mentalidad simplistamente antagonizada (¡ay wey!) no caben matices. En fin.
No sé usted, lectora, lector queridos, pero cada que escucho de un deslave en la ciudad, de un socavón, de baches que se vuelven túneles que terminan en algún poblado chino, de grietas en avenidas, no puedo más que imaginar que estamos a nada de que nos trague un vacío inmobiliario. Para nadie es sorpresa ver la manera en que en la Ciudad de México han ido apareciendo, cual hongos infectos, edificios edificios edificios edificios edificios. Se ha discutido sobre permisos, sobre viabilidad para tránsito y servicios, sobre uso de suelo. Ha habido protestas, más protestas, calles tomadas. Pero las construcciones siguen, las autoridades (de todos los niveles) se hacen guajes y la ciudad rechina con evidente hartazgo al sentir su piel mancillada sin pudor alguno.
Hasta que un día… todo se mueve.
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El episodio más reciente: deslaves en una zona de Santa Fe que afectan, de manera particular, al fraccionamiento Vista del Campo. El cerro sobre el que están construidos algunos edificios se ha ido desgajando en velocidades captadas por el ojo youtubero de los presentes. Las afectaciones a las propiedades son importantes (sobre todo en cuanto al valor de las mismas). Las causas: hasta el momento se señalan la existencia de una antena de telecomunicaciones que pesa varias toneladas (y cuya presencia en ese lugar aún no se acredita como legal), filtraciones de humedad por fosas sépticas y las condiciones del terreno mismo. Ya veremos cuáles resultan ciertas, pero lo más seguro es que la principal causa sea la de siempre: corrupción. ¿Quién permitió la instalación de esa antena? ¿Quién supervisó las construcciones aledañas al complejo residencial? ¿Quién autorizó todo el entramado inmobiliario en la zona? Gobierno del Distrito Federal, delegaciones, asociaciones de colonos: ¿quién da la cara?
Hace poco, una calle no muy lejos de donde vivo se abrió por la mitad. En minutos, un socavón gigante casi se traga los autos aparcados y algunas viviendas. A unos metros del agujero, una construcción de una torre infinita. Rápido llegaron unos, le echaron algo al hoyo, lo taparon y dijeron: ahí muere.
Y sí, ahí muere. Toda nuestra ciudad.