COLUMNA INVITADA
Un recorrido por las colonias más ‘in’ de la Ciudad de México permite ver los escasos chispazos de urbanismo verde en la capital del país. En una que otra azotea de la Roma se insinúan paneles de energía solar, en algunos depas de la ‘Condecci’ se observa en un patio trasero un recipiente moderno para la composta y en Polanco, se puede uno quedar boquiabierto frente a los jardines verticales y demás parafernalia ‘verde’ que hace que algunos edificios puedan llevar con orgullo el mote de ‘construcciones inteligentes’. Una ciudad verde, pues, como la soñaba don Marcelo Ebrard, cuando era el mejor alcalde del mundo, como Videgaray es hoy el mejor secretario de finanzas del planeta; cuando era aún perredista y la ciudad guardaba distancia del jefe del ejecutivo; y cuando los capiruchos nos sentíamos cosmopolitas porque habitábamos la ‘Ciudad de la Vanguardia’. De aquella estampa de urbe progresista y en voga solo quedan las bicicletas que aún se mezclan –a mentadas de madre en gran parte de los casos- con los automóviles que se aventuran, con todo y sus emisiones tóxicas, por el primer cuadro de la ciudad y por el eje Roma-Condesa-Polanco, capital de la capital.
¡Pero agárrense chilangos! Que qué importa si caímos en la ignominia y en el pozo de la insignificancia por un año entero, alguien despertó en el gobierno de la Ciudad de México y en la Asamblea Legislativa y, ¿qué qué?, ¿qué qué? Qué siempre sí nos interesa eso de gobernar y hacer ciudad y que ‘ahí les voy y mochate con la moish’. Ajá. Verdes fuimos y verdes nos pondremos con una ayudadita de la hierba mágica a la que Peter Tosh cantó y cachondeó con reggae mientras entonaba el ‘legalize it’. ‘Los doctores la fuman, las enfermeras la fuman, los jueces y hasta la ley la fuman’ canta la letra que también en su momento entonó Bob Marley, cual si hubieran habitado chilangolandia donde la hierba medicinal –así le dicen los gringos políticamente correctos- es consumida por cualquiera que se diga digno de aparecer en la portada de la revista Quien.
Preparen porros, integren a la azotea verde del loft su maceta de doña Juana y que junto a las tiendas de alimentos orgánicos se monten pequeñas ‘mota-shops’ o ‘Fox-stores’ –¿o será que don Vicente se inclinará por un nombre más al estilo botiquita de doña Martha? La Ciudad de México volverá a las primeras planas de diarios nacionales por su visión de izquierda luego de atravesar por una terrible crisis de identidad. Si Mancera no sabía quien era, ni de qué bando bateaba su gobierno, alguna encuesta o la vacuna del doctor Ahued, le recordó que a llorar en el diván, pero a gobernar en la ciudad.
La que escribe leyó, sin embargo, con un poco de decepción que ‘pretenden tolerar, no legalizar mariguana’ (Reforma). Y no es por intrigar, pero tolerada la mota siempre ha sido. Solo basta dar el jalón de aire en los antros de moda, los afterhours y los conciertos de casi cualquier cantante más avanzado que César Costa para aspirar el tufo fumigante de la hierba legal, sí ahí sí legalota con todas sus letras, en Colorado por ejemplo. De hecho, una publicación de aquella entidad indica que existen 3 dispensarios de mariguana por cada Starbucks en la localidad.
Esperemos pues que si progresa eso de tolerar (un poco más) la mariguana seremos la Holanda Latinoamericana.
Lo siento por los cafeinómanos acelerados y cuya identidad entera radica en ver inscrito su nombre sobre Machiato coco canela espresso doble cortado.