La historia sencilla es esta: una locutora es despedida de un puesto burocrático en la estación de radio donde colabora. Ella, indignada por la decisión, decide dejar el turno al aire que tenía desde hace más de una década.
La historia pareciera una más de la que se da en los medios masivos. Es más complejo que ello.
La locutora es Anna Stephens, ícono de esa estación que se ha construido durante década y pico llamada Ibero 90.9. El puesto estaba dentro de la estructura de la estación y los empleadores que la corrieron son funcionarios de la universidad iberoamericana. Y lo puse con minúsculas de manera intencional. La Ibero faltó a las formas y hasta a la decencia en el despido de la locutora. Adujo que no cumplía con el perfil del puesto, posición que no era nueva, y cuyo aviso de despido lo dio de forma terminante, sin cuidar el trato a un colaborador quien le ha dado nombre y respeto. La institución que forma empleados y empleadores en el peor ejemplo para ellos. Formatividad defectuosa de facto.
El despido de Stephens vino junto con una reestructura de puestos de la estación. Uno se preguntaría qué busca arreglar la universidad en su proyecto de comunicación, cuando este muestra simpatía y audiencia como nunca antes. ¿Por qué arreglar lo que no está descompuesto?
La respuesta debe de estar en el corazón del Maestro David Fernández, rector de la UIA. Jesuita de izquierda, escritor de libros de derechos humanos, Fernández fue director de Radio Huayacocotla, estación comunitaria en la Huasteca.
Si así fuera y el plan para el futuro del 90.9 -la estación que habló de la visita de Enrique Peña Nieto antes que nadie y sirviera de plataforma para el surgimiento del movimiento #yosoy132- fuera ser un espacio comunitario y que viera hacia dentro de la universidad y no al revés -el espíritu de la Ibero hacia la sociedad que la escucha en FM y en la red-, el error sería enorme; más aún porque el experimento se dio en la primera etapa de XHUIA con resultados desastrosos, tan ruines que otras universidades solicitaron el retiro del permiso a la UIA de la frecuencia para ellas hacer algo con mayor impacto y compromiso social, no de ghetto.
Si no es por esta razón, la pregunta sería quién o quiénes aconsejan o presionan al rector o al director de la carrera de comunicación a atacar su concepto de comunicación. Como sea, el mensaje que se envía a estudiantes, audiencia y colaboradores es malo: la universidad en réplica de los peores oficios de cambio y dirección de medios cuando debiera ser ejemplo de pulcritud, libertad y creatividad.
Nada que enorgullezca a quienes se formaron a la sombra de San Ignacio.
( Gonzalo Oliveros)