En México las cosas feas siempre pasan en otro lado, síntoma de una peligrosa vocación por la evasión. Hace algunos días, por ejemplo, el gobierno de Veracruz se lavó las manos sobre el asesinato del periodista veracruzano Armando Saldaña, quien trabajaba en Veracruz y dirigía sus críticas a los criminales veracruzanos. El hecho de que su cadáver fue encontrado en Acatlán de Pérez Figueroa, Oaxaca, ubicado tan sólo a unos minutos de Tezonapa, Veracruz, lugar de residencia del periodista, fue suficiente para que la fiscalía de justicia de Veracruz declarara:
Ya nos había advertido el nefasto Javier Duarte que en su estado sólo se roban gansitos y frutsis, y que los periodistas censurados, amenazados, asesinados y torturados sólo están en la imaginación de quienes lo criticamos.
Otro ejemplo terrible de la incapacidad de las autoridades para asumir su responsabilidad nos ha llegado desde Simojovel, Chiapas, con la tragedia de las vacunas, cuya aplicación derivó en la muerte de dos bebés y la hospitalización de 29 niños. Dice José Antonio González Anaya, el director del Seguro Social, que ellos hicieron bien su trabajo, que las vacunas estaban certificadas y descartó que las vacunas fueran la causa del incidente. La responsabilidad es de una misteriosa “contaminación externa” de la que no se sabe nada, pero sí se sabe que ellos no fueron.
El colmo fue hace apenas unos días que la Secretaría del Medio Ambiente del Distrito Federal nos ha dejado en claro que la contaminación que padecemos los neo-tenochcas no es cosa de nosotros, sino que es un problema que viene de otros estados de la República, como Hidalgo y el Estado de México, que no sólo han contaminado la política de este país, sino que también ensucian nuestra región más transparente. Como si las industrias ubicadas en esta ciudad y los miles de automovilistas que circulamos a diario no hiciéramos nada por jodernos el cielo y el aire. Como si el que llegue contaminación de otros estados nos eximiera de asumir las consecuencias de la mala calidad del aire en el Valle de México.
Así se pasa la vida en México, en una perpetua evasión de la responsabilidad, practicando el conocido deporte de echarnos la bolita y el delicado arte de hacernos pendejos. Vaya a donde uno vaya, mire a donde uno mire, el “hágase la ley en los bueyes de mi compadre pero no en los míos”, proclamado por el presidente Peña Nieto, se ha convertido en un verdadero paradigma.
(FERNANDO RIVERA CALDERÓN)