Una mañana el mago Chams salió de su casa y no regresó sino hasta tres días después. Esto ocurrió hace casi un año, al final del verano. Óscar Vivanco Barceló tomó el coche para ir a su tienda de magia (la más longeva de Latinoamérica, se comenta; con más de medio siglo, se sabe), a la que no llegó.
¿Qué tal que ese día despertó de malas y optó por dar un paseo por Avenida Juárez dejando el trabajo para más tarde? ¿Y si se topó con un viejo conocido en la esquina con Humboldt y entonces se metieron a platicar al Sanborns chiquito de enfrente? Se acordarían del Tampico Club, el Regis, el 19 de septiembre, y así les darían las 12, la una, las dos, las tres.
Tal vez luego de despedirse, la mar de relajado, el mago se habrá quedado en una banca de la Alameda reposando su inefable melancolía de 65 kilos debajo de una jacaranda sin flor, con “más recuerdos que si tuviera mil años”, como escribió Baudelaire y acaso con el mismo spleen. “¿A dónde va tanta gente?, ¿desde cuándo los defeños ya no se arreglan para venir al Centro?, ¿por qué ese ruidero?” Y pensaría en su mamá, que opinaba que las personas pueden dividirse en tres categorías: las que hablan de lo que tienen, de lo que hacen y de lo que piensan. “Pero también están las que no hablan”, habrá murmurado para sí el mago Chams antes de caer dormido.
En sueños evocaría algunas memorias de El Club del Hogar, de las clases a David Copperfield, de las entrevistas y los trillones de corbatas. El mago despertaría para caminar hacia su tienda, ahora sí, sin embargo la vería cerrada. Continuarían buscándolo, mientras él (chamarra color camello, sonrisa inteligente, ochentaytantos años) se preguntaría, aún amodorrado, si entre los mil y pico de artículos de magia para aficionados, intermedios y profesionales adentro del local, existirá alguno que le ayude a desaparecer la nostalgia.
Todo el mundo vive días así, en los que los recuerdos nos meten ganas de extraviarnos hasta pasado mañana. En caso de una tristeza por el estilo, el Talmud recomienda visitar un cementerio; yo, la tienda del mago Chams en Bucareli 80.
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(Jorge Pedro Uribe Llamas)