Soñé que Uber, además de mandar cada día peores choferes, cobraba una tarifa imposible de pagar. Y cuando desperté, resultó que así fue.
Primero, el servicio: últimamente abundan anécdotas de choferes que no preguntan si está bien la ruta, no usan apps de tráfico, no ofrecen agua, no quitan las cumbias, no traen crédito en el Tag, y un largo etcétera que hace cero divertido el viaje.
A eso, sumo el chistín de pagar una “tarifa máxima” multiplicada por 3.6. “Usted aceptó pagar”, leí en mi pantalla. O sea, ¿acepté ser totalmente absurda? Cada que lo recuerdo, vuelve la pesadilla.
Viernes prenavideño. Urgencia de poner a mi madre en un vehículo e ir corriendo por Celu. En el mapita de Uber, bastantes carros marcando “tarifa dinámica”. En menos de 20 minutos, pasó de 3.0 a 3.6 ¡y la divinidad sin mandarme un taxi libre!, así que -desaforada-, acepté. Estúpidamente pensé que a la “tarifa máxima” -150 pesos por una ruta de 9.5 kilómetros, que habitualmente me cuesta mucho menos- le añadirían el 3.6%. Pero ¡NO! Lo que acepté fue que casi se cuadruplicara la tarifa: su cargo es por 577 pesos. ¿¡¿¡WHAT?!?!
Por menos dinero llego en bus a León, Guanajuato, por ejemplo. Es más, del DF a La Marquesa en SUV, Uber cobra 550 pesos. ¿Eso es legal?, me preguntó una amiga, pues sí, me explicó otra, que es abogada, porque “como no es un servicio de taxi, no están reguladas las tarifas”.
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“Lo que puedes hacer es quejarte en Profeco para que se revise el contrato”, y ahí te voy a Profeco, donde me dijeron que lo primero era conciliar y lo segundo levantar una queja –personalmente, claro- y ellos ayudarían a la conciliación, pero conciliar no es obligar, claro.
Como legalmente no es un servicio de taxis, aceptar el servicio implica aceptar un contrato entre particulares, y efectivamente: no hay límites, o mejor dicho, los límites podemos ponerlos los usuarios: si NO aceptamos pagar, orillamos a que baje el precio.
Siguiente paso, la “conciliación”, en forma de queja directa en la app (me cito): “Es totalmente ridícula la tarifa… Me parece totalmente abusivo y me siento en una situación de total indefensión”.
Muy amablemente, contestaron vía mail: “Lamento escuchar que no estás satisfecho con el precio del viaje (…) La alternativa a la tarifa dinámica de precios sería la imposibilidad de conseguir un viaje y esa es la experiencia que nunca queremos que tengas…” (pues mi alternativa a la tarifa dinámica será la imposibilidad de que me consigan como cliente en días navideños).
Mi despiste ya me da risa, y al final, pudo ser peor, pues Uber me devolvió $258 pesitos porque –revisando mi viaje-, vieron que “no se tomó la ruta más apropiada”, igual pagué un dineral, pero me recordó tres cosas: 1) NO abrumarse, si es Navidad y toca esperar, hacerlo (igual tuve que esperar el supercaroUber unos 15 minutos); 2) No precipitarse ni tomar decisiones sin leer; 3) Expresar los desacuerdos, conciliar y buscar solución.
“La tarifa dinámica es la única manera de garantizar un viaje seguro cuando más nos necesites”, me escribió Uber. Cierto, la seguridad de mi familia vale la metida de pata, sólo por esta vez.
Mientras conseguimos que haya límites razonables en las tarifas, les recomiendo ENCARECIDAMENTE que si en algo aprecian su cartera, no acepten pagos exorbitantes.