1.- 22 muertos –entre ellos una mujer- en el municipio de Tlatlaya tras una “agresión” de presuntos integrantes del crimen organizado a elementos del Ejército.
2.- Un elemento de la Sedena herido.
3.- Tres mujeres que estaban secuestradas fueron liberadas.
4.- No hay detenidos y no se informa de prófugos.
5.- Se aseguraron 38 armas, incluidos 16 fusiles AK-47 y 6 AR-15.
Y ya.
¿Nos podemos conformar con esos datos?
Desde que arrancó la llamada “guerra contra el narcotráfico”, todos hemos publicado una y otra vez información parecida: miles –literalmente- de bajas del lado del crimen organizado y algunas decenas por parte del Ejército, como resultado de enfrentamientos en ciudades del tamaño de Torreón o de municipios rurales, que nadie conoce salvo que recurra a Google Maps.
Pocos, muy pocos han cuestionado estos números y menos aún, las circunstancias en las que se dieron los enfrentamientos, en el que no quedan testigos.
La sola pregunta ha llevado a más de un vocero oficial a contrapreguntar: ¿prefieres que haya más muertos del Ejército?
No. Por supuesto que no.
Sin embargo, es ineludible preguntarse cómo hace el Ejército para tener estos números; cómo se dan las bajas de un solo lado y prácticamente siempre suceden los choques a partir de una “agresión” de elementos del crimen organizado.
Es decir: ¿iba una patrulla militar cuando, de repente, les empezaron a disparar? ¿Realizaban alguna investigación? ¿Cuántos elementos del Ejército iban? ¿No sobrevivió ni uno solo de los agresores? ¿Alguna vez investiga alguna autoridad si los hechos ocurrieron como se dice que ocurrieron? ¿Hay estudios forenses? ¿Se completa una investigación?
Las dudas son pertinentes.
Hace un par de años, en Animal Político publicamos un investigación que demostraba dos cosas: que la Sedena no informaba el número real de sus bajas y que el número de muertos entre delincuentes era infinitamente superior, en relación a las que se daban del lado de las autoridades.
Para que se den una idea: el 80 por ciento de las bajas del Ejército no se informaban. Con el pretexto de “mantener la moral de la tropa”, simplemente se ocultaban los muertos.
Y el segundo dato: por cada 59 muertos del “crimen organizado” había un soldado.
¿Ese es el nivel de eficiencia del Ejército?
Por supuesto, cuando de enfrentamientos se trata, me pueden decir que había más elementos de las fuerzas castrenses, mejor armados y mejor entrenados que sus adversarios. Y no dudo que sea cierto. Pero todo queda al nivel de la palabra y del acto de fe, porque no tenemos forma de confirmarlo.
Insisto: no se trata de pedir más bajas del Ejército. Pero sí al menos de saber si los enfrentamientos son reales o si hay violación de derechos humanos, abuso de poder y hasta “ajusticiados”.
La ausencia de información fue una de las marcas del gobierno de Felipe Calderón. En contraste con su silencio, en decenas de ocasiones se pudo documentar de arrestos por parte de elementos de las fuerzas armadas que nunca fueron entregados a las autoridades civiles. Hasta le fecha se reportan como desaparecidos.
Preocupa que, en este sexenio, la marca sea la misma: silencio.
Los medios, por si fuera poco, no hemos hecho nuestro trabajo de reconstruir enfrentamientos y documentar si las versiones oficiales son ciertas.
Todos, medios, autoridades y ciudadanos, parecemos conformarnos con esa idea de que “son los malos y merecen caer”.
Y esto no puede seguir así. Transparencia, información, investigación y periodismo hacen mas falta que nunca.
(DANIEL MORENO / @dmorenochavez)