Hace siete años, cuando la candidatura de Hillary Clinton parecía un hecho inevitable, impulsada por la aristocracia política y la jerarquía económica de Estados Unidos, Barack Obama contrarió las reglas del juego y en lugar de dirigirse a las cúpulas, movilizó en las calles a un ejército de millones de hombres y mujeres. En Iowa, primera escala de las elecciones internas, el senador negro llegó ocho meses antes que su adversaria y asestó una derrota que le abrió el camino a la candidatura demócrata.
La política es un ejercicio de aritmética y planeación: Cuando los hombres del equipo de Obama orinaban en el cuartel central de la campaña en Chicago, un mapa enorme de Iowa resplandecía sobre sus cabezas, como un recordatorio de que si en verdad deseaban pasar por encima del estatus quo y convencer a la ciudadanía, debían ir a buscar el voto puerta por puerta, y no esperar a que las estructuras se lo acercaran o se lo negaran.
¿En México es posible replicar la parábola del joven Obama desafiando a las estructuras dominantes para conquistar a la gente común y corriente?
En México esa posibilidad surgió el domingo 7 de junio: lleva por nombre Pedro Kumamoto, un joven gestor cultural de 25 años que con un presupuesto limitado, inteligencia y una gran dosis de imaginación y voluntad, logró vencer a los grandes partidos, con todo y sus millones de pesos y sus estructuras corporativas.
La importancia de las elecciones presidenciales de 2018 hace necesaria una reflexión sobre la lección del triunfo de Kumamoto en un distrito de Jalisco: “Ganemos las calles, habitemos la política”, rezaba uno de sus principales mottos de campaña. El joven nacido en 1990 ganó porque se atrevió a desafiar las estructuras viciadas, pero aún efectivas de los partidos, y lo logró poniendo de su lado a un protagonista esencial: los electores.
¿Cómo lo logró? Recurriendo a uno de los orígenes más olvidados y despreciados de la política: darle a la sociedad la importancia que los partidos no le dan; dirigiéndose a la ciudadanía para hacerla partícipe de una elección en la que él era una especie radicalmente distinta y distante de los partidos y los políticos que tanto hartazgo han provocado en los electores.
El triunfo de Kumamoto representa una importancia capital porque es la demostración de que en México, pese a todo lo que se cree o a lo que se nos ha hecho creer, sí es posible la vida fuera de los partidos políticos. Y si esos políticos y esos partidos no funcionan, entonces deben surgir liderazgos y propuestas llegadas de la ciudadanía.
La victoria de Kumamoto nos dice sobre todo que no hay presupuestos para comprar voluntades, ni estructuras partidistas que valgan, cuando la sociedad se identifica y se siente escuchada por un candidato ciudadano, y sale a votar por él.
(WILBERT TORRE)