Esta reseña podría ir en la sección de restaurantes, en la de bares o en la de cultura, pero La Cañita es más que eso. Es un lugar híbrido, inesperado, underground a plena luz del día —e iluminado por lucecitas navideñas de colores cuando cae la noche—, donde igual hay godínez que familias con sus hijes y luego vampiras queer y reguetoneros psicodélicos. Es iniciativa de dos chingonas de la vida alternativa y del activismo LGBTI+: Ali Gua Gua, rockera y dj, y Diana J. Torres, autora de libros como Pornoterrorismo y Coño Potens. Su trabajo incomoda a los cñores conservadores tanto como este sitio, que evitan para no ver “gente rara”, y no lo visitan ni por los deliciosos ceviches o los riquísimos mezcales.
Ambas son fans de los mariscos, las cantinas, la música y la fiesta. Ali lleva añísimos como vecina de la Doctores y tenía en mente abrir algo en la zona. Diana quería un lugar donde pudiera curarse la cruda y prevenirla. También extrañaba las cañitas de su natal Madrid, es decir, las cervezas que sirven allá, con la cantidad justa de espuma y la presión exacta del barril para conservar la gasificación ideal. Se puso nerd hasta lograr la chelita perfecta, que le da nombre al lugar, resultado de los antojos y sueños en común.
Los fines de semana en la noche se hacen a un lado las mesas y el espacio se transforma en pista de baile, donde la gente se mueve al ritmo que toquen los djs, que puede ser cumbia, punk, hip hop, son, perreo o géneros inclasificables. También ocupan el lugar para hacer presentaciones de libros, fanzines y proyectos independientes.
La decoración es un viajesazo. Tienen una vitrina con juguetitos de colores, postales de todo el mundo (si mandas una, luego te toca una Cañita gratis), calcas de los eventos y memorabilia de los Tiburones Rojos. Pero la pieza central, la mera mera que se ha convertido en el símbolo del lugar, es un alucinante altar a Yemayá hecho con cositas costeras —conchas, caracoles, piedritas, galletas de mar, figuras hechas con cocos—, discos y casetes, muñecos y chácharas variadas. El autor es Luis Figueroa, de Sonido Apokalitzin, y es una obra viva: la gente deja sus miniofrendas y tampoco falta el malora que se lleva un recuerdito. Ali y Diana dicen que se sienten protegidas, y que al mismo tiempo es un bonito agradecimiento al mar, a las mujeres y a la música.
La dirección es Doctor Andrade 24, en la colonia Doctores, y está abierto de martes a domingo a partir de las 14:00.