Felipe Calderón reapareció para recordarnos lo que no podemos olvidar. Con el pretexto de la publicación de una serie de resumenes de informes y comunicados de su administración, bajo el nombre de libro, se organizó un autohomenaje. Viendo la relatoría del evento celebrado bajo un estricto control de invitados, recordé al ex gobernador de Sonora, Eduardo Bours, quien después del siniestro por corrupción que acabó con la vida de 49 niños declaró con cinismo ante el dolor existente que “dormía como un bebé”. En algún momento de su intervención, Calderón, con el contexto de miles de asesinatos, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, torturas, encarcelamientos ilegales, desplazamientos forzados y mexicanos exiliados por su demagógica y criminal política antidrogas, declaró ante sus colaboradores y excolaboradores: “duermo muchísimo mejor que aquellos días” y luego se puso a dar una rara clasificación de personas que dormían bien y las que no.
Uno de los lugares de México en el que los ciudadanos no duermen bien es Allende, Coahuila, donde en marzo de 2011 fueron secuestradas y desaparecidas cerca de 300 personas, sin que ninguna autoridad interviniera. (Más información: El manantial masacrado https://www.vice.com/es_mx/read/el-manantial-masacrado).
Nueva información obtenida permite confirmar que justo mientras ocurría esta masacre en la que durante varios días fueron allanadas y destruidas alrededor de 50 propiedades, entre casas y ranchos, el miércoles 22 de marzo de ese año se celebró una reunión de autoridades policiales estatales y federales en Saltillo, Coahuila, en las oficinas de la Sexta Zona Militar, en la cual fue puesto sobre la mesa lo que estaba ocurriendo. La policía estatal justificó su inoperancia para detener los sucesos alegando que la mayor parte de sus elementos estaban en la región de la Laguna, debido a que por esas fechas el alcalde de Torreón se había visto obligado a separar de sus funciones a todos los elementos de la Policía Municipal y la policía estatal se había quedado a cargo, por lo que pidieron el apoyo al Ejército, la PGR y el CISEN, tres de los brazos con los que Calderón hizo su guerra contra el narco.
El Ejército nunca entró a impedir nada ni la policía federal ni la estatal. Los Zetas consiguieron destruir una cincuentena de edificaciones del centro de la ciudad, así como llevarse a decenas de personas a unos ranchos cercanos que fueron improvisados como campos de exterminio.
Esta masacre, la más grande hasta el momento en México, fue conocida con mayor detalle hace poco, sin embargo, el presidente Calderón, como Comandante Supremo del Ejército, sí estaba enterado y nunca hizo ni dijo nada mientras estaba en el poder.
Tampoco ahora que es escritor. En su libro “Los retos que enfrentamos” (Grijalbo 2014) no hay ninguna mención.
Uno de los retos que enfrentamos como sociedad es que el ex presidente Felipe Calderón rinda cuentas ante tribunales internacionales de justicia sobre las acciones y omisiones durante la demagógica y criminal guerra que proclamó.
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