De no haber sido porque de pronto sonó aquella canción que dice:
”Oye Salomé, perdónala, perdónala”, que cuenta la historia de un falso amor y de un hombre decepcionado por haber creído que la mujer de la que se enamoró era el ángel soñado me habría perdido la historia del sitio en que estaba comiendo.
Uno de los comensales de la familia que degustaba un lenguado -pescado blanco que habita en los fondos marinos de aguas saladas- se levantó del banquito en que descansaba y comenzó a moverse con un tumbao especial: “Oye Salomé, perdónala, perdónala”, repitió y chocó las palmas de las manos a la altura de su barbilla con los codos algo despegados del cuerpo.
-Esa canción empezó a sonar aquí por primera vez, justo en este lugar. ¿La conoces? Del gran Pepe Arévalo y sus mulatos- me dijo.
-La delegación Cuauhtémoc acaba de hacerle un reconocimiento por su trayectoria y por ser una de las orquestas más importantes de la ciudad- le dije.
El señor Sacal, el hombre que se había levantado a menear la cintura iba vestido de forma elegante y rondaba los 55 años de edad. En ese momento él también supo que el hijo de Pepe Arévalo es uno de los corresponsales de guerra más importantes que ha tenido Televisa.
Sacal, quien comía al lado mío y cuya canción lo puso contento me dijo que de joven él acostumbraba a venir a bailar a este sitio en el que nos encontrábamos y que nunca imaginó que un día sería suyo. Hasta hace unos meses había funcionado ahí El Gran León, un centro de baile tropical que estuvo abierto por más de 30 años. Pero hace unos meses compró el predio de más de 700 metros cuadrados y lo demolió.
Su hijo, Pablo Sacal, un joven de 29 años que estaba ahí, fue el creador del proyecto que ahora está de moda en la ciudad de México y cuya inauguración oficial está programada para el 18 de junio. Después de varios viajes por el mundo al chico se le ocurrió traer al país un concepto de mercado de barrio gourmet, referente de la vinculación gastronómica y calidad alimenticia y plataforma de nuevas tendencias culinarias.
-Los mexicanos somos tiangueros y de mercado, pero éstos han venido a menos. Ahora tenemos un mercado contemporáneo. Ni más ni menos. No tiene que ser payaso ni modernista ni hipster sin etiquetas- me dijo.
En eso estaba cuando apareció Michael Rojkind, el arquitecto que se encargó de hacer una serie de locuras en 700 metros cuadrados que alberga más de 50 puestos, principalmente de comida. “No hay nada parecido en la ciudad de México”, dijo Michael, quien ha estado al frente de grandes proyectos como la Cineteca Nacional.
Los espacios son apretados y hay que sentarse en la barrita. Lo que queda de El Gran León son las historia como la canción de Oye Salomé… y una serie de placas metálicas de homenajes que la familia Sacal recuperó de entre los escombros. En algunas placas se aprecia, por ejemplo, que el fallecido Paco Stanley fue padrino varias veces de aniversario del bar.
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(Alejandro Sánchez / @alexsanchezmx)