El dealer que conocí en algún lugar de Coyuca de Benítez me presumió que con la mariguana que vendía hasta los mudos hablaban; yo le dije que esa hierba, la Acapulco Golden, seguramente había dejado tartamudo a Po, Po, Porky. En algún momento, los poderes del tetrahidrocannabinol pasaron a segundo plano, cuando el dealer resbaló por el pensamiento y le pareció más importante platicar sobre la legalización.
Según él, si la mota fuera tolerada como el alcohol y el tabaco, sólo los cárteles venidos a menos se irían al carajo. Él trabaja para uno y dice que o buscaría otro trabajo legal o le entraría a la globalización (vender coca y ácidos, o matar). También me dijo que la violencia no se acabaría en un pestañeo. “Acá en Guerrero nos matamos hasta por una cerveza, brody“, me contó justo cuando se empujaba una Victoria y yo le invité otra para que no hubiera malos entendidos. Me platicó que la mariguana ya no genera tantos ingresos como antes, así que no deberíamos esperar que el Estado se volviera rico.
—¿Tú estás a favor de la legalización? —me preguntó.
—Sí, a pesar de todo.
Le dije que cuando la estrategia militar falla hay que buscar otras alternativas. Le dije que lo cabrón son las drogas duras, pero éstas nunca se legalizarán porque políticos, policías, militares, empresarios, adictos y narcos sacan raja del negocio. Le dije que a mí no me parecía que la legalización traería consigo un problema de salud apocalíptico como dicen los tipos esos de la iglesia. Es peor la pederastia y la solapan, le dije.
Le di la razón en que no se acabará la violencia y que tampoco habría tantas ganancias para el Estado (Alejandro Hope, un especialista sobre crimen organizado y drogas, estima que se recaudaría mil millones de pesos al año, el 0.03 por ciento del Presupuesto de Egresos de la Federación).
Coincidimos, también, en que la mota ayuda a los pacientes con cáncer, VIH, fibromialgia, colitis aguda y otras 16 enfermedades que los gringos pusieron en una lista; claro que también puede acelerar la esquizofrenia. Y ambos, por último, concluimos que a la mota se le estigmatiza cruelmente. Walt Disney, Steve Jobs, Obama, Santana, Lennon, Kahlo, Soros, Shakespeare, Dalí o Julia Roberts son la prueba de que la mariguana no solo es para los maleantes.
Si en el DF se legalizara, algo que parece muy viable allá por noviembre, estoy seguro de que se forzaría a que el Estado modifique sus tratos con los narcos (porque tratos hay, para qué nos engañamos).