El trailero Judas Ordaz abordó su unidad rumbo a Celaya con su hijo de 17 años. Una hora después, cinco Pick Up los rodearon. “De las camionetas salieron un montón de canijos con armas de alto poder”, relata.
En San Fernando, Tamaulipas -donde días antes 193 cadáveres aparecieron en fosas-, pusieron las manos sobre un cofre y les robaron todo. “Se los va a cargar su puta madre”, les gritaron y sonaron dos balazos. “Con mi hijo nos volteamos a ver, pensando que al otro le podían haber dado, y mientras se llevaban mi vehículo nos ordenaron: ‘Denle pa’l monte, hijos de su pinche madre, y no se les ocurra salir”. Huyeron en la maleza del km 20 de la ruta Reynosa-Matamoros: “Grité a mi hijo: ‘si disparan te tiras al suelo’. Avanzamos 300 metros, y cuando me desmayaba de la carrera, del miedo, nos detuvimos y le dije: la libramos, hijo”.
De noche volvieron a la ruta y consiguieron un aventón a casa. Ahí estaban la esposa e hijas de Judas, enteradas de su desaparición pues la transportadora donde él laboraba les perdió el rastro: “Estaban llorando, imaginaban que nos habían matado”.
Las carreteras son un escalofriante abismo. Cada vez que uno de los 120 mil traileros de este país enciende su motor para iniciar un viaje, sabe que puede ser el último.
Gracias al traslado de un trailer los mexicanos tenemos alimentos sobre el plato o ropa que vestir. Hoy, no obstante, a los sueldos miserables, jornadas brutales sostenidas con fármacos para no dormirse al volante, la vida lejos de la familia, se suman extorsiones de los cárteles y la Policía Federal, además del robo de unidades con las que los delincuentes bloquean los caminos.
Pero hay algo peor. Judas y su hijo se salvaron de los efectos de la guerra contra el narco. Otros no. ¿Cuántos choferes ha matado el hampa?, pregunté a Judas para el reportaje “Traileros: en ruedas contra el mal”, que hoy publica la revista Emeequis. “Sobre 50 traileros. En todo el noreste, Laredo, Reynosa, Matamoros y Coahuila, esto ha cobrado vidas de compañeros”, reveló este hombre, quien tras vivir con su hijo ese doloroso día de 2011 creó la página de Facebook “Yo amo los trailers, el volante y La 57”. Once mil personas, entre traileros y familiares, comparten ahí vivencias y angustias del gremio más lacerado por la violencia junto con el de los periodistas.
En las viseras de sus cabinas, los suele acompañar la oración del chofer: “A ti, Señor que das la vida y la conservas, suplico humildemente guardes hoy la mía”. Si las carreteras son un inmenso imperio del mal, esta vez El Señor no basta.
Gobierno: sin traileros no hay comercio y sin comercio el país se muere.