La bielorrusa Svetlana Alexijevich, periodista de grandes reportajes sociales como la tragedia de Chernobil e historias de guerra contadas a través de personajes ignorados, como mujeres y niños, ganó el Premio Nobel de Literatura, un hecho que obliga a revisar el papel de los medios, el periodismo y la explosión de la opinión como protagonista central en televisión, radio y periódicos en México.
Hace dos décadas los espacios de opinión eran territorio de periodistas, académicos y políticos experimentados, pero esa tendencia cambió con un fenómeno de nombre atroz: la comentocracia, formada por politólogos, economistas, comunicólogos e internacionalistas jóvenes que irrumpieron en la escena con una opinión fresca, atrevida y diferente.
La gran acogida a los comentaristas de noticias pudo ocurrir a raíz de la crisis en los medios: era más económico contratar una voz nueva, que una pluma probada. Algunos estaban desempleados y pronto se hicieron de tres, cuatro o cinco pequeños espacios en los medios, en tanto que otros no dependen de escribir para vivir.
Es imposible aplicar un rasero para calificar a estos comentaristas. Algunos hacen análisis necesarios, cimentados en estadísticas y la vanguardia de estudios políticos, económicos y sociales, en tanto que otros, frívolos y superficiales, dispensan a los problemas y la clase política un (mal) trato de carpa muy bien recibido por una parte de la sociedad, urgida de catarsis y teorías confabulatorias.
Los comentócratas hacen su trabajo de una manera u otra, pero no es esto lo que me importa. Lo que me ocupa es qué vacíos han llenado esos mares desbordados de opinión.
Desde finales de los 90 los grandes reportajes y piezas de investigación desaparecieron de los medios mexicanos, que sustituyeron ese periodismo indispensable con pseudo reportajes de escritorio: las declaraciones sustituyeron a los hechos.
Valoro la opinión y el debate, pero me parece un error que los grandes problemas sean abordados en análisis de PC y estudios con aire acondicionado. El país ha sido cubierto por una tormenta de opiniones que caen en un desierto seco de diagnósticos basados en la realidad.
El Premio Nobel de Alexijevich es un mensaje para reivindicar lo mejor del periodismo y recuperar la práctica necesaria de los reportajes; historias que vayan más allá de los avatares de la vaquita marina, como las que presenta Televisa.
Una parte indispensable de la realidad mexicana ha sido retratada en estos años por Periodistas de a Pie; por medios alternativos como Animal Político, Emeequis, Sin Embargo y Spleen Journal; por revistas como Gatopardo y Esquire, y por periodistas independientes que han publicado historias y libros cuyos protagonistas son los habitantes (vidas, tragedias y deseos) de este país.
Dice Alexijevich: “Los escritores deben salir al mundo y apartarse de la banalidad. Incluso el horror se ha vuelto banal”. Bravo por ella y por el periodismo.