La portada de la revista Quien destila glamour de aquel que sólo se logra con mucho maquillaje y algo de frivolidad. En ella, una mujer, bella, que entra ya en la madurez, voltea de forma sutil a la cámara mientras demuestra la caída de su falda color cereza. Sonriente, la modelo sirve para vender su compromiso y algo más.
Barbara Coppel da la exclusiva a la revista que ha vivido mejores tiempos y afirma: me conquistó en el Fashion Week de París.
La sorpresa viene en el nombre del conquistador: Alejandro Hank. Torero, hijo político de Jorge Hank Rhon -la afinidad es tal que lleva el apellido de su padrastro- y exnovio de la actriz Ana Brenda.
Hasta aquí, la nota parece lista para revista del corazón o para el TV Notas. El twist se encuentra en la siguiente línea.
“Sobre Montserrat Oliver dice ‘ya quedó atrás’”.
Coppel era socia y amiga íntima de la conductora y actriz. De forma oficial, nunca hubo una declaratoria de que fueran pareja. No obstante, el reportaje de Quien da a entender que la relación era ésa.
Coppel le desea lo mejor e insiste que eso es pasado, con lo que refuerza la percepción y abre la discusión no hacia lo que algunos han querido -la imposibilidad de un amor de ese tipo entre la socialité y el torero-, sino todo lo contrario: la normalidad en que debiéramos ver este tipo de episodios en la sociedad mexicana.
Porque la Quien no hace ningún tipo de cuestionamiento hacia los sentimientos o los impulsos del corazón hacia Oliver o Hank. De hecho, lo asume como algo normal, natural, cosa común en el ámbito social que lee la revista y en los que son retratados y consignados en sus páginas.
¿Normal? Debiera serlo. El que una publicación dé como común este tipo de situaciones románticas debe ser motivo de reflexión que permee a otras capas. Siendo honestos, México no es la revista Quien y Barbara Coppel no es -en ningún sentido- la media de la sociedad mexicana, pero sirven ambos de plataforma para tomar posturas de nuestras reacciones hacia este tipo de sucesos. Caitlyn Jenner abrió la discusión en los Estados Unidos sobre la aceptación hacia la comunidad transexual. Sus dichos y hechos han sido polémicos y nada adecuados a lo que la mayoría espera de alguien que ha sido discriminado por sus decisiones de vida. No obstante, ¿no debiera ser normal que, así como existen transexuales liberales, los haya conservadores? Parece una contradicción, pero en la normalidad nueva que se vive, ese espectro debiera de ser bienvenido.