Arely Gómez es ya la nueva procuradora General de la República. Su aceptación casi unánime por el Senado (en el que trabajaba) parece despejar por decreto las inquietudes sobre el probable conflicto de interés que tendría al ser hermana del vicepresidente de la empresa que le dio su casa a la Gaviota, esposa del presidente de México. Incluso nos hace pensar que tal vez el Pacto por México continúa, aunque algunos digan lo contrario y los reporteros no aplaudan.
Sólo cinco senadores votaron en contra de su nombramiento y hubo tres abstenciones. Y es que efectivamente tener un hermano o pariente poderoso y/o incómodo no es un delito en este país. Si lo fuera, Raúl Salinas no se andaría paseando en un BMW, ni seguiría un Moreira gobernando Coahuila, ni la mamá de Cuauhtémoc Gutiérrez, ni la hija de Beltrones tendrían su plurinominal.
LEE LA COLUMNA ANTERIOR: 15 minutos de estatua
En todo caso, más que un delito, tener un consanguíneo en el círculo rojo es un signo de que el poder económico y político en México está repartido entre tan pocas familias que frecuentemente se da el incesto político, o como le dicen ahora: “conflicto de interés”. La crítica más puntual que se le ha hecho a la nueva procuradora es sobre su poca o nula experiencia en el mundo policiaco, pero de leyes al parecer sí sabe, lo que en México tiene un valor equivalente al de hablar una lengua muerta.
Lo que sí sorprende ante los cuestionamientos que se le han hecho a la futura fiscal Gómez es la irrupción de una especie de nuevo cuerpo policiaco de élite que, espontáneamente, ha salido desde diversas columnas políticas a defender la integridad, la familia y casi, casi a consolar a la que se supone será la mujer más fuerte y dura de esta nación.
Juan Ignacio Zavala, otro hermano famoso, escribió hace unos días defendiendo el derecho a tener el hermano o hermana que la vida te dio, que percibía incluso misoginia en los ataques a la elegida por Peña Nieto para procurar justicia. Yo creo que en México dudar y desconfiar ya es parte de nuestros usos y costumbres (y frecuentemente hay suficientes razones para hacerlo), o como dice sabiamente el Mastuerzo: “Todos son ojetes hasta que demuestren lo contrario”.
Por otro lado, ¿necesita esa airada y multitudinaria defensa la nueva procuradora de Justicia de la Nación? ¿Acaso no aclaró ella misma su situación familiar y su situación política? ¿Era necesaria esa cargada de argumentos y brincos estando el suelo tan parejo, como aseguran sus defensores? Tanta muestra de lealtad anticipada salpica desconfianza.
Curiosa esta nueva policía periodística de la PGR que duda de las dudas, descalifica las preguntas y se mofa de los críticos en su afán por defender a la defensora de la justicia. Una nueva policía, sin duda, inútil como todas.
( Fernando Rivera Calderón)