Hace unos meses recibí una llamada del equipo de prensa de un presidente sudamericano. Ofrecían una entrevista con el mandatario para el espacio televisivo que produzco. Aceptamos, era una buena oportunidad de conocer la visión del mundo de uno de los líderes del neopopulismo continental.
Tras acordar la entrevista, las condiciones fueron en cambio constante. Las peticiones eran desde 20 minutos sin corte en prime time hasta un chef exclusivo que atendiera al presidente. Cuando se explicó que algunas de esas peticiones eran imposibles de cumplir, el político apareció en otro canal donde le dieron 10 minutos diarios y programa especial de fin de semana.
En realidad, dicho funcionario no quería dar a conocer su perspectiva mundial sino replicar su estilo de comunicación unipersonal, en cadena nacional y de larga duración.
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Así lo hizo Chávez y lo repitió Maduro, Evo sabe usar sus cadenas al igual que Cristina, y Correa replica el siempre en domingo presidencial con todo y payasos.
Gracias a esos payasos -en específico, Ernesto Huerta, que es más conocido como el payaso Tico Tico-, el cómico inglés John Oliver volteó a ver lo que sucedía con estos teletones de demagogia.
Luego de mostrar a cuadro imágenes del entretenedor, Oliver criticó el contenido del programa de Correa y se mofó de que el presidente ecuatoriano prefiriera googolear su nombre y buscar quien lo ataca en redes que gobernar el país. El cómico le recomendó hacerse de piel más gruesa y, al final, incitó a su audiencia a insultar vía Twitter al líder.
Correa respondió en redes sociales y en su programa ‘enlace ciudadano’. Cuestionó la comicidad inglesa y de Oliver en lo particular y, para suavizar la cosa, destacó que él es un hombre que acepta las bromas.
Una semana después, Last Week Tonight se refirió de nuevo a Correa. Le recordó que no es lo mismo ser un presidente que te gusten las bromas a ser una broma de presidente. Latigueó el lenguaje despectivo del ecuatoriano hacia sus críticos y le recordó que el problema no es la broma, sino la persecución a periodistas y activistas que señalan sus debilidades y contradicciones.
Correa no fue el único afectado por Last Week Tonight. Las tabacaleras recibieron también su dosis de escarnio. Todo en 30 minutos.
En un mundo donde la credibilidad de políticos y periodistas se debilita, los cómicos han comenzado a tomar el papel de defensa social del abuso y cinismo del poder. Síntoma peculiar de nuestros tiempos. Síntoma que habla de lo mal que estamos.
Ni para reír un poco.
( Gonzalo Oliveros)