Desde la ventana del comedor de un apartamento localizado en un extremo del Parque México vemos un enorme despliegue policial. Es el viernes por la tarde. El dueño del apartamento da una comida que se arrastra hacia la noche. Es una fiesta alegre, sonora, interrumpida sin embargo por las luces y el ruido de las decenas de patrullas que recorren la zona.
Los comensales nos preguntamos qué estará pasando. Todos somos conscientes de que en los últimos días ha sucedido un alarmante asesinato: no es un hecho aislado, pertenece a una cadena de sucesos cuyo origen más visible fue el ajuste de cuentas de principios de esta administración frente a un bar en la calle de Tamaulipas, un ajuste ligado después a la desaparición de varios jóvenes de la discoteca el Heavens After.
Desde entonces, la colonia Condesa parece en el umbral de un destino sombrío, que se parece mucho al de otras zonas violentas en el país: ajustes de cuentas entre bandas de narcotraficantes, extorsiones del crimen organizado e incapacidad gubernamental para enfrentar el problema, policías armados en la calle. Pero es viernes, la conversación es muy amena, el vino corre y las patrullas también.
Luego nos enteramos de que las patrullas era parte de un operativo para prevenir las extorsiones a los dueños de comercios y restaurantes de la zona.
Al día siguiente, nuestro amigo manda un mensaje. Salió a desayunar y de regreso a su departamento se ha encontrado las cosas patas para arriba; alguien, a plena luz del día, se metió a su casa y se llevó computadoras y aparatos electrónicos; incluso cargaron con la perrita recién llegada en las narices del operativo policial más grande que ha vivido la colonia.
Mi amigo llama a la policía y luego va a levantar un acta al Ministerio Público. En la oficina de la colonia Santa María se han acabado los formatos para reportar robos a casas y mi amigo se ofrece a ir a la papelería de la esquina a sacar más copias. Allí se entera, por las mismas autoridades, que no sólo las extorsiones en la zona de la Roma- Condesa son comunes, sino que los robos a las viviendas también son asunto de todos los días.
De regreso a su casa, la calle está llena de patrullas por el operativo del fin de semana. En el transcurso de la tarde, mi amigo recibe numerosas muestras de solidaridad. Algunas son testimonios de otros vecinos que dicen haber sido víctimas del mismo atentado en su casa. Se acumulan siete, ocho ejemplos.
Una nota del radio, el domingo en la tarde, indica lo siguiente: el mismo Secretario de Seguridad del DF ha hecho un recorrido en la zona y no se ha encontrado nada anormal. Se reunió con restauranteros y comerciantes que le dijeron que no habían sido objetivo de extorsiones. De los robos a casas, ni una palabra.
Aquí no pasa nada, es el mensaje; y entre líneas se puede leer: porque el Jefe de Gobierno está muy preocupado por su candidatura para la sucesión presidencial y está pensando con quién pactar.
Aquí, en efecto, no está pasando nada.