No sea cabrón, míster Orange, a cinco minutos del final no le haga esto a nuestra nación. De por sí, mire cómo está con tanto muerto, tanta viuda, tanto huérfano, tanto pobre, tanto canalla en el poder, tanta desigualdad social, tanta corrupción, tanto crimen, tanto desfalco, tanta impunidad y tanto de todo lo peor. Véanos: somos la amargura en estado puro.
Debo confesarle que a mí el futbol dejó de entusiasmarme mucho tiempo atrás y que, como todo desconocedor de futbol debería estar haciendo lo propio: mofarme de la derrota del equipo mexicano. Pero no lo haré, míster Orange. No, porque mis amigos están tristes. No, porque, cuando salga al parque, veré tristes al payaso, a los niños y al globero. No, porque, cuando vaya al tianguis a almorzar, veré tristes al que vende menudo, al compa de las películas pirata y a la doña que prepara un guacamole exacto. Y no, porque veré ese video que circula por Youtube de un hombre que llora y grita: “¡Esa madre no era penal!, ¡Pinche FIFA!”. No puedo asegurarle si la mayoría tendrá cara de mala noticia, pero sentiré un aire mortecino, igualito al día en que Peña Nieto ganó (o se robó) la presidencia.
Míster Orange: usted no tiene por qué saberlo, pero, además del 15 de septiembre, solo el futbol es el otro momento donde mi gente confiesa la pasión por México. Qué jodido, pero es cierto. Me costó aceptarlo y ahora respeto su derecho a la alegría. Y hoy domingo no la habrá. El quinto partido no llegará porque, después del gol de Gio, al equipo mexicano le ha pasado eso de la señora que vende todas las naranjas y se asusta porque mañana no tendrá qué vender. Míster Orange: perdónesela al Piojo Team porque no sabe lo que hace.
Qué tan grave está el asunto que yo —un creyente de que el futbol es un show televisivo, un lector que le aplaude a Borges con eso de que “el futbol es uno de los mayores crímenes que ha cometido Inglaterra”, un crítico de ese patrioterismo que va y viene cada vez que juega la selección, un tipo que no concibe cómo el mexicano se siente parte del progreso cuando gana la selección, un escéptico de que el futbol sea la cima del mundo, un convencido de que Rafa sí ha cometido penal—, me siento un poco jodido ahora que Ochoa nos muestra que de santo no tiene nada y termina abatido con los riflazos que tiran Sneijder y Huntelaar.
¿Sabe, míster Orange? Fue bueno el desmadre mientras duró. La raza canonizó el puto y se olvidó un poco de tanta matazón, de la crisis económica que nos está machucando los bolsillos, de las reformas que nos van a partir el hocico, de la detención del señor Mireles y de otras desgracias. Ahora, como decía Monsiváis, se esfuman las esperanzas y, para defender el buen nombre del país, ya sólo queda la sociedad.
Ay, míster Orange, qué cabrón nos salió.
(ALEJANDRO ALMAZÁN / @alexxxalmazan)