Eso de no ver tanta televisión llega a tener sus costos y uno de los más recientes que pagué fue haberme enterado, tres años después, de que primero existió Boss y luego House of Cards. Boss se estrenó en diciembre de 2011 y fue creada por el iraní Farhad Safinia. El protagonista, Tom Kane (Kelsey Grammer), es un descarnado alcalde de Chicago que ha sido desahuciado por los médicos. Lejos de buscar la redención, Kane no dejará de mentir, humillar, chantajear, usar, traicionar, robar, matar e incluso será capaz de joder a su hija con tal de salirse con la suya.
Pero yo no vine a contarles ni el final ni de qué trata cada uno de los 18 capítulos. Vine a contarles que buena parte de la trama terminé por relacionarla con algunas historias que se cuentan en mi gremio o que he escuchado en las alcantarillas de la política.
Por ejemplo:
* El equipo de Kane filtra información a la prensa para 1) la distracción, 2) para mandarle a decir al adversario quién es el de güevos, y 3) para modificar la realidad. En México, a últimas fechas, gobernadores y alcaldes han soltado versiones oficiales y dinero para limpiarse la cara o para que sus programas sociales u ocurrencias luzcan en los medios (léase Rafael Moreno Valle, Javier Duarte o Miguel Ángel Mancera). Otros le ponen el pie en el pescuezo a cualquiera que asome la cabeza (ahí está el golpeteo que ha sufrido Marcelo Ebrard con el asunto de la Línea 12 del Metro). Otras veces se convierte en el monstruo favorito a una anciana que maltrató y permitió abusos contra los niños que adoptaba (sigo sin entender para qué linchar a Mamá Rosa si al final ni siquiera pisó la cárcel). Y no muy pocas veces algún político es exhibido con la única intención de abonar a su desprestigio. Desde que la información se volvió un negocio, dijo alguna vez Kapuscinski, la verdad dejó de importar.
* Kane presiona a los reporteros cuando husmean lo que no deben. Desde hace 23 años que rondo por este oficio, he escuchado historias de colegas a los que se les ha invitado a que le bajen por las buenas. A algunos los han golpeado; a otros los mataron. Al igual que en Boss, los dueños y directivos en los medios mexicanos son los que le recuerdan a su reportero las consecuencias de seguir hurgando. ¡Viva la libertad de expresión, chingao!
* Kane negocia anteponiendo el nombre del diablo. Eso me recuerda cómo se pactan en México puestos, dineros, leyes, impunidades, carreras políticas, contratos, conspiraciones, candidatos, elecciones y todo aquello que se pueda transar, incluso la dignidad y un acostón. Podríamos hablar sobre el bono de a millón de pesos que recibieron los diputados por aprobar las reformas a las que se aferró Peña Nieto. Podríamos hablar de cómo los líderes de ciertos sindicatos libran las acusaciones de enriquecimiento ilícito o de todos esos acuerdos bajo la mesa que sólo han perjudicado al pueblo (la privatización del petróleo, la venta de playas, la aprobación de cuentas públicas…). Pero yo a lo que vine fue a decirles que Tom Kane, como cualquier político que se precie de serlo, es un pinche mentiroso, de esos a los que nunca les confiaríamos las llaves de nuestra casa.
Kane podría ser cualquiera de nuestros gobernantes: desde el Presidente hasta el último de la pirámide que se ha creído el cuento de que el poder es un negocio y la falta de palabra sólo es un atajo para llegar a él. No entiendo por qué seguimos votando por esos patanes ni por qué los productores de Boss decidieron que no habrá tercera temporada.