Por Mariana Castillo Hernández
Hace unos días me invitaron a un panel con motivo de la proyección del documental Los guardianes del maíz en el Centro de las Artes de San Agustín en San Agustín Etla, Oaxaca. Ese día el termómetro marcaba treinta y siete grados y en varios puntos del país se rompían récords históricos de calor.
Para este evento, reuní varios testimonios de personas que pertenecen a familias agricultoras de maíces nativos a las que he visitado y con quienes tengo contacto porque me parece fundamental compartir lo que desde diferentes puntos del país se vive para no quitar el dedo del renglón del contexto que se enfrenta. Aunque compartí algunos en ese momento, los dejó en estas líneas para que más puedan leerlas.
Isela Islas de San Felipe Sultepec, Tlaxcala, dice que la cosecha de este 2024 está muy incierta: se inició con mucha sequía y apenas inician las lluvias, “pero el tiempo ya se está pasando”. Al sembrar en esta temporada, en mayo, se corre el riesgo de que las heladas sean tempranas y “muchos están pensando en no sembrar o sembrar poco: si eran unas ocho o diez hectáreas, solo sembrarán unas tres o cuatro y solo será para el consumo de la casa y grano para borregos y animales de granja (…) Ojalá podamos seguir sembrando para no perder nuestras semillas y conservarlas: cada año está más difícil la situación del campo”, añade. Su familia está actualmente regando con agua de su casa o la poca pluvial que han acaparado.
Por otro lado, Édgar Miranda, del colectivo Maíz Criollo Kantunil en Yucatán, comenta que en su región al centro del estado, llevan al menos tres años con lluvias poco marcadas y eso ha limitado la labor que tienen de conservación in situ en parcelas: “Como alternativa, hemos abierto espacios en huertos agroecológicos que tienen disponibilidad de agua. Ahí procuramos resguardar semillas y continuamos procesos de mejoramiento con algunas variedades; estos sitios, aunque son pequeños, pueden contribuir al resguardo para que, cuando haya condiciones de temporal, se lleven a cultivar”.
Las lluvias empezaron tarde, en julio y agosto, y algunos productores incluso no sembraron su milpa pues no había suficiente humedad y quienes optaron por no sembrar, son quienes tienen variedades de ciclo largo “y no se logran desarrollar pues una vez que llegan los nortes acá, si ese maíz entra tarde, es poco probable que dé cosecha y se tiene que optar por diferentes ciclos y otras variedades, como las de ciclos cortos”.
Además, Édgar añade el factor de la edad: las personas de más de cincuenta años son quienes conservan esta práctica: “en la comunidad ningún joven tiene interés por hacer milpa ni cultivar sus alimentos. La labor seguirá siendo otorgar condiciones para conservar semillas e incentivar la producción con nuevas generaciones”.
Otro punto focal es que la sequía afecta a todos los sistemas, por ejemplo, este agricultor apunta que se ha cosechado muy poca miel y quienes tenían esa opción como ingreso extra, se ha visto mermada por las condiciones climáticas: “los ganaderos están perdiendo cabezas de ganado y optan por vender a precios bajos pues ya no pueden dar mantenimiento a sus pastos, se complica la auto suficiencia y se deben buscar otros empleos más seguros y tal vez más remunerados para cubrir necesidades económicas. El reto es buscar diversificar las actividades”.
Leonardo Téllez, de San Mateo Ozolco y el proyecto Milli Cholula en Puebla, se muestra preocupado ya que es obvio que estamos viviendo los embates del cambio climático: “normalmente, sembramos en las lunas llenas de marzo o abril, y ahora estamos sembrando hasta casi mayo porque no ha llovido y es preocupante la sequía, que no llueva o llueva demasiado. Un abuelo estaba diciendo que estamos en destiempo de lo que hemos venido haciendo”.
Por otro lado, Luis Colli y su hija, Zaylam, en Nunkiní, Campeche tienen una historia diferente: su producción fue un éxito el año pasado ya que en su localidad la temporada de lluvias sí se presentó en tiempo y forma, pero “al haber alta demanda de maíz, no hubo oportunidad de tener un buen precio en el mercado”. Se espera que esta temporada se presente en su momento y que tengan mejores ingresos a partir de ella, porque de lo contrario, la reducirán al 50 %.
“El mensaje que mi papá quiere transmitirle a otros productores es que no se desanimen a pesar circunstancias difíciles o las malas rachas que puedan suceder. Hay que seguir la actividad agrícola, pues al final, obtener el sustento es algo que nos beneficia a todas las personas de manera general”, agrega Zaylam.
“Siempre digo a los compañeros que hay un área de oportunidad para quienes sabemos cultivar, con eso hay que darle la vuelta a la tortilla e ir solucionando problemas”, finaliza Édgar. Y sí, estos son ejemplos de resistencia, de gente haciendo milpa para que la vida, no solo la de sus personas queridas sino la de la comunidad y el planeta, siga adelante ya que este tipo de agricultura, sin químicos, a pequeña escala y que busca la conservación biocultural, es un contrapeso a la agroindustria de tipo extractivista y contaminante.