1) Fui un tardío usuario de los teléfonos celulares. Me negaba a estar localizable en todo momento, y me parecía absurdo que debiera pagar extra para ello. Aguanté hasta bien entrado 2004 y finalmente accedí. Al principio era un Nokia clásico, que no tenía nada interesante más que el juego de la viborita. Pronto me di cuenta de que había caído en la necesidad creada: no supe cuánto necesitaba un celular hasta que empecé a usarlo. El problema de ser eternamente localizable, por supuesto, siempre podía resolverse con las palabras mágicas: “Se me acabó la pila”.
2) Fui un usuario de iPhone casi desde que salió al mercado. Tras un par de años en los que había usado una BlackBerry, y en su momento me sorprendiera de que ¡pudiera navegar en internet! (con un navegador tan torpe como el Netscape 1, pero ¡oh, la miniaturización!), cambié al iPhone. Tenía miedo de que el dispositivo no fuera tan eficaz para la escritura como las teclitas del Blackberry, pero pronto me volví diestro en el uso del autocorrector.
Curiosamente, lo que más me sorprendió de la tecnología del iPhone, más que las apps, el GPS, o el giroscopio integrado, fue la dureza del cristal de la pantalla. El equivalente en la BlackBerry ya era una colección de rayones a las pocas semanas de uso. Esta cubierta, tras meses, años de uso, sigue intacta: se supone que es un material especial, utilizado en la industria aeronáutica. Para muchas personas, esa misma dureza ha significado por el contrario más propensión a quebraduras y a estas alturas muchos iphonitas ostentan un espantoso cristal cuarteado en sus pequeños monitores (no es mi caso).
3) Soy un un mac user fiel y devoto desde inicios de los años 90.
Dicho lo anterior, me pregunto: ¿de verdad necesitamos el Apple Watch?
He visto la presentación del aparatito varias veces, y no me convence por las mismas razones por las que, a principios de los años 80, los relojes electrónicos con calculadora tuvieron una rápida decadencia: eran muy pequeños.
El reloj debe usarse para el vistazo rápido de la hora o la fecha, o de plano para presumir que traes una delicada pieza de joyería cronométrica. Cualquier otra interacción me parece torpe.
El Apple Watch, que estará a la venta hasta 2015, promete tomarte el pulso, servirte para mensajes, localizarte en el mapa, mostrarte fotos, videos… y darte la hora. Nada que no tengas ya a la mano en tu smartphone de confianza.
Como sea, seguramente en 2015 me estaré tragando mis palabras cuando tenga una de esas inutilidades en mi muñeca.
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(FELIPE SOTO VITERBO / @Felpas)