“La toma pacífica de Apatzingán”, por @alexsanchezmx

La bocina radiofónica emitió un sonido semejante al del rompimiento de las olas del mar embravecido. La voz procedida de El Pantera, uno de los capos de Los Caballeros Templarios y cuyo poderío yacía en el abismo, alertó a las células de autodefensas que tenían sitiado Apatzingán. Lo vuelvo a repetir –lo dijo con ese pleonasmo-. No nos hacemos responsables de la muerte de civiles, les habla su servidor 77 “El Pantera”. El llamado comandante Cinco de las autodefensas al frente de las balaceras de dos días en Parácuaro, donde los narcotraficantes templarios El Many y El Botas imponían su temerario dominio, zafó la radio del cinto y con un movimiento sumamente ágil estiró el brazo.

Sus hombres armados fueron atraídos en torno a él. “Este mensaje también es para ustedes señores del Ejército y de la Policía Federal: no dejen avanzar más a los comunitarios; no nos –advirtió El Pantera remarcando las frases-hacemos responsables de las muertes que pueden ocurrir”. Hacía poco más de una hora que Hipólito Mora, uno de los líderes del movimiento rebelde, había entrado discretamente acompañado por unos 40 hombres sin armas que se dirigían caminando hacía la plaza del centro de Apatzingán. -Hace un año exactamente fue la última vez que entré aquí. Debió haber sido el 15 de febrero pasado cuando vine a comprar dos sombreros- dijo Mora con actitud de Camilo Cienfuegos, el libertador cubano.

Nueve días después de esa fecha en la tierra limonera de la Ruana, el 24 de febrero Mora lanzó un mensaje en la plaza de su pueblo y por primera vez los hombres del pueblo gritaron fuerte: “¡Vámos contra los Templarios!”. Allí nació la sublevación. Llevaban casi nueve años de subyugo. Los capos despojaron de su tierra, del ganado, de sus casas o negocios a sus legítimos dueños. A veces hasta a sus mujeres. Mataban o desaparecían gente. Le cobraban hasta por chambiar. Y Mora prefirió morir combatiendo a bala limpia en vez de ser destazado como a un puerco. Por eso, ayer, por siete puntos en torno a la circunferencia de Apatzingán, discretamente, entraron desde las ocho de la mañana camionetas con ocho o diez hombres que se distribuían por las calles del pueblo en busca de Templarios. Entonces fue que Pantera usó la frecuencia radial para sembrar miedo y detener la incursión comunitaria. -Se te apareció diablo Pantera, hijo de tu puta madre, ¡ay te van los comunitarios!-contestó con toda la frialdad del mundo el comandante Cinco, el liberador del pueblo del cantante Juan Gabriel que dejó de visitar su tierra en el momento que supo que lo querían levantar los Templarios. -¡Vamos a partirles la madre a las familias-contestó otra voz aliada del Pantera. -Tenemos 300 explosivos para aventarlas contra inocentes- agregó una más en un diálogo que debió haber durante entre tres y seis minutos. El Comandante Cinco, colocado con los suyos en el Tianguis Limonero, a unos 8 kilómetros de la plaza de Apatzingán, volvió a insultar a El Pantera.

Pero en medio de la guerra declarada y del poco o mucho temor que pudo infundir –aunque algunos autodefensas se burlaron- el capo se preocupó por el tono con que seguía el diálogo. -Compañeros, hermanos, por favor ustedes, no les falten el respeto a nadie. Compórtense a la altura: si algún comunitario está insultando déjenlo que hable. No falten al respeto- dijo Pantera. Osea, sus hombres podían hacer cachitos a inocentes pero no insultar a sus adversarios (como un cuento chino). -Sí, sí, ni una palabra más con ellos. Cuando usted diga se hará (la detonación)-repuso otro de sus hombres en medio de ese sonido de olas del mar que de vez en vez emiten las radiofrecuencias. Adentro de Apatzingán Hipólito Mora y sus hombres se refugiaron en la catedral, con Gregorio López, un cura del pueblo que se sublevó desde semanas atrás a Los Templarios al convocar a los habitantes a lincharlos y atacarlos hasta con hachas, palos o piedras. De hecho el sacerdote había ido por Hipólito a quien internó discretamente con su comitiva. Al caer la noche con una misa López, Hipólito, el Comandante Cinco y otros comandantes festejaron la entrada triunfal de las autodefensas sin un solo disparo en Apatzingán, que ayer amaneció con comunitarios armados deambulando sus calles y levantando los brazos a bordo de la camionetas.
De El Pantera ya nada se supo.

******************
SÍGUEME EN @alexsanchezmx

(Alejandro Sánchez)