La élite empresarial de Nuevo León, que en décadas anteriores gozó de amplio poder no sólo en el estado, sino a nivel nacional, se reunió con el presidente Enrique Peña Nieto meses después de qué este tomara protesta y le solicitó que el próximo candidato del PRI a la gubernatura fuera alguien que tuviera un perfil más serio y capacitado para conducir el esperado desarrollo económico que se aguarda en la región, sobre todo luego de la aprobación de las reformas energéticas.
Los principales empresarios nuevoleoneses consideran que el sexenio de Rodrigo Medina ha estado caracterizado por el inmovilismo económico, una estratosférica deuda pública y una corrupción galopante liderada por el propio padre del Gobernador. Esto le fue planteado a Peña Nieto, quien les prometió a los empresarios que nombraría como candidato a su secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, un tecnócrata acreditado ante la iniciativa privada local.
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Pero hace poco más de un mes, desde el punto de vista de esta élite empresarial, Peña Nieto los traicionó y avaló la nominación de Ivonne Álvarez, una comunicóloga de 36 años, con más experiencia profesional en la televisión chatarra que en la política. Álvarez debe su candidatura al actual gobernador, Rodrigo Medina, así como al senador Emilio Gamboa, quienes controlan prácticamente todas las esferas de la campaña de la aspirante y en caso de que ésta gane, pocos dudan en que lo continuarían haciendo.
Esta traición de Peña Nieto y la posibilidad de que el “estilo Medina” se alargue otros seis años, provocó inesperados efectos políticos. Ante la definición del PRI de Nuevo León por una candidata con mucha popularidad, pero con poca capacidad, la élite empresarial local buscó opciones. Su primera alternativa fue el PAN, el partido al que en realidad casi siempre han apoyado. Sin embargo, para los empresarios, la candidata que entonces punteaba las encuestas, Margarita Arellanes representaba al igual que Medina y Álvarez, los mismos lastres de ineficacia y corrupción, bien encubiertos con mucho dinero gastado en publicidad en los medios de comunicación.
Sin embargo, Arellanes tenía que sortear una elección interna que por entonces parecía de mero trámite. Diez días antes de esta fecha, la élite empresarial exploró la posibilidad de que el PAN, en lugar de nominar a Arellanes, nominara a su contrincante, Felipe de Jesús Cantú, un político de aspecto experimentado y de aspecto jovial que aunque gobernó Monterrey sin pena ni gloria, supo relacionarse bien con los empresarios más adinerados del estado.
Así fue como la traición de Peña Nieto a los empresarios de Nuevo León, provocó que la alcaldesa Margarita Arellanes perdiera la nominación que prácticamente tenía en la bolsa como candidata a la gubernatura de Nuevo León.
En la próxima entrega de esta columna contaré cómo se llevó a cabo la operación interna dentro del PAN para poder abrirle paso al actual candidato, Felipe de Jesús Cantú.
(Diego Enrique Osorno)