“Por fin se pone orden”, sentencia el titular a ocho columnas de la edición del Diario de Guerrero publicada el día en que desaparecieron 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero. El sumario dice: “La acción de la Fuerza Estatal y Militares (sic) para evitar que vándalos de Ayotzinapa robaran autobuses fue motivo de aplauso público”. Una semana después, una veintena de cuerpos desenterrados de una serie de fosas comunes encontradas en Iguala son analizados por peritos forenses con la terrible expectativa de ser de algunos de los jóvenes de entre 16 y 20 años que están oficialmente desaparecidos. Hasta el cierre de esta edición no existe la confirmación oficial.
Lo que sí está comprobado es que el poder federal ha intentado desaparecer esta Escuela Normal Rural fundada por el presidente Lázaro Cárdenas del Río, bajo la idea de que es una instancia improductiva y beligerante. En 2013, la iniciativa de reforma educativa propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto contemplaba expresamente la desaparición de Ayotzinapa y era apoyada por todos los partidos políticos. Si esto no se concretó, fue por las acciones de protesta realizadas en el Distrito Federal por maestros de la CNTE, en su gran mayoría oaxaqueños.
No nada más por las vías legales se ha intentado desaparecer a Ayotzinapa. Desde la administración de Salinas de Gortari hasta la de Peña Nieto, Ayotzinapa ha sido atacada por grupos paramilitares que operan en Guerrero bajo la protección del Ejército, y sus alumnos han sido criminalizados con la ayuda de esos periódicos que venden su criterio informativo al mejor postor.
He ido en varias ocasiones a Ayotzinapa para entrevistar a sus alumnos. A partir de mis largas conversaciones con varios de ellos, sé por qué existe esta saña en su contra: los alumnos son jóvenes de origen humilde y muy estudiosos, que en promedio leen dos o tres libros por semana, más allá de su material de clases, y que además están interesados por los problemas sociales y políticos de su entorno. Es decir, son estudiantes informados y críticos, que además suelen ser tan idealistas y consecuentes con lo que piensan que buscan hacer algo para cambiar las cosas. Sí, Ayotzinapa, es una escuela de luchadores sociales. Y el régimen actual no sabe cómo encarar de manera democrática con quienes desde una trinchera ciudadana buscan participar en la mejoría de la sociedad. A quienes tienen el poder en México les repugna el idealismo y buscan la forma de acabar con él.
La masacre de Iguala no fue provocada por un partido de futbol americano. Esta versión es otro más de esos insultos a la inteligencia con los que el poder arma su absurda narrativa. Sabemos que las causas y los responsables de la desaparición de estos jóvenes se encuentran en el Estado mexicano, donde por mucho tiempo se ha alentado y permitido que en Guerrero y otras entidades, el Ejército opere extralegalmente en contra de luchadores sociales apoyado por cuerpos policiales asociados al narco y erigidos en auténticas fuerzas criminales.
Junto a la nota principal del Diario de Guerrero que criminalizó a los estudiantes de Ayotzinapa aparece otra al lado cuyo titular es: “Entrega Ángel Aguirre en Acapulco equipamiento tecnológico y escolar”.
Ojalá que lo que entregue ahora y pronto el Gobernador sea su carta de renuncia, ante la irresponsabilidad con la que buscó “poner orden” en Guerrero.