La muerte del creador del vasto mundo de Dragon Ball, Akira Toriyama, causó un vacío en los corazones de millones de fans
Por Gabriel Rodríguez Liceaga
Para Miguel España
Murió Akira Toriyama, uno de los primeros nombres japoneses que memorizamos toda una generación de mexicanos y mexicanas que crecimos entre siglos y sin internet. Escritor, dibujante y creador del vasto mundo de Dragon Ball, entre otros mundos. Murió y de inmediato las redes sociales se llenaron de gente lamentando su partida con exaltación. “Gracias por la mejor infancia del mundo”, “gracias por tantas lecciones”, “cambiaste nuestras vidas para siempre”. Pareciera que se había muerto un guía espiritual:
Piccolo me enseñó que se puede hallar bondad en quien menos se espera.
Goten y Trunks me enseñaron a trabajar en equipo.
Krilin me enseñó que la amistad es para toda la vida.
Vegeta me enseñó a dejar de lado el orgullo.
Gokú me enseñó a nunca darme por vencido.
Antes nos educaba la televisión, es un hecho.
Honestamente no diría yo que algún personaje de DB me educó o instruyó algo que hoy en día forme parte de mi carácter. De hecho yo ya no vi DB Z, me retiré cuando empezó la androidiza. Entré a trabajar porque mi papá perdió su negocio.
Hace falta entender el contexto. Le llamábamos siglo 20. El mundo era nuevo aunque el siglo estaba en su climaterio. Los adultos consumían una cultura que era generada internamente. A las 8 de la noche ya no había contenidos para niños en la tele. No había animes ni mangas, sino caricaturas y cómics. No había otakus, tan sólo veías Candy Candy. Uno veía lo que le daban. No era opcional que Piccolo te enseñara sobre el honor, sencillamente estaba en la tele siendo honorable. Obvio, te dabas cuenta de que las caricaturas japonesas estaban dibujadas distinto. Los ojos. Los ideogramas. Y ajá, las enseñanzas, lo intenso, apasionado y complejo de todo. Las caricaturas japonesas te hacían respirar un aire distinto.
Macross Plus me es enormemente inspiradora.
Ranma ½ me rompió paradigmas de lo que es la comedia.
Uso las visitas de Cisne Hyoga a su madre bajo el mar de Siberia para explicarme lo que es la memoria.
Attack on Titan me ha vuelto mejor narrador.
Con alegría digo que Luffy me enseñó que hay que avanzar por esta vida sonriendo.
Bien. Son sólo ejemplos. No diría yo que algún personaje de DB me educó o instruyó algo que hoy en día forme parte de mi carácter. Sin embargo, creo que las caricaturas japonesas te hacen una mejor persona. Mi punto es que no es que el Gokú de Akira Toriyama nos haya abierto las puertas de la percepción sino que todas las caricaturas japonesas son así. Narran la épica oculta en todo lo humano. Sus diálogos nos dejan pensando, se esconden en el recuerdo; sus personajes son complejos en sus maldades y la aventura de sus héroes no culmina con una moraleja gringoide previamente masticada sino que nos instruyen en los obstáculos y primores propios de la vida.
Me sorprende que hay un montón de gente que no sabe que existe un Netflix de las caricaturas japonesas. Se llama Crunchyroll. Sugiero que lo pagues y veas esa caricatura japonesa que siempre te ha llamado la atención, esa que desde hace años quieres ver. Incluso Dragon Ball, vaya. Ponte a verla sin prisa y preferentemente con tus seres queridos.