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Cuando a medianoche, por el teléfono, escuché a Carolina decirme “Cubres al Toluca”, me envolvió el desaliento: mi cuerpo se hizo pesado, se me agrió la boca y el insomnio inició porque un diablo rojo apareció con su tridente para exigirme: “Ya duerme, pues desde temprano serás mi esclavo”.
En realidad yo no era un esclavo: TV Azteca me pagaba. Pero cada vez que la jefa logística de Deportes me decía “Cubres al Toluca”, yo debía levantarme de madrugada, bañarme sonámbulo y viajar hasta el Ajusco. Ahí, con un camarógrafo abordaríamos un FAW (calamitoso auto chino tan estrecho que mis rodillas casi me raspaban la barbilla) para iniciar una travesía cuya fase más desoladora era la apocalíptica Avenida Constituyentes, donde uno siente las partículas de Diesel flotante encajarse en los alvéolos pulmonares.
Tras 90 minutos de curvas y con el frío de la serranía mexiquense irrumpiendo por las puertas de latón, llegamos al estadio Nemesio Díez. Nuestra misión: grabar declaraciones del equipo choricero para luego armar una “breve”, es decir, una nota de cinco segundos que André Marín pasaba en el noticiero Protagonistas. Cinco segundos. Ni uno más.
Esa mañana, aburridos en un pasillo del estadio, los reporteros superábamos ya la hora de espera al plantel rojo. El camarógrafo y yo no teníamos autorizado ingresar al entrenamiento porque espías rivales podían ver las imágenes de mi nota de cinco segundos y descubrir los secretos tácticos de… cha ca cha chán… El Chepo.
Sí, el técnico que aquel día de 2010 se nos acercó con ese tatuado gesto de hartazgo: la sonrisa la tenía prohibida porque él era una persona demasiado importante como para estar contenta. Al verlo a mi lado lo imaginé como un poderoso granjero, a los reporteros como gallinas y a las palabras que el técnico nos iba a conceder como granos de maíz que nos aventaría a las gallinas para que los engulléramos, desesperadas por sobrevivir.
Era un martes y al Toluca lo visitaría el América el domingo siguiente. Pero a media semana recibiría al Puerto Rico Islanders por el Torneo Concachampions, en un partido que sólo interesaba a las mamás de los futbolistas portorriqueños.
-¿Cómo ve al América?-, le preguntó un reportero.
– Sólo me enfoco en el partido del jueves contra Puerto Rico Islanders-, contestó El Chepo.
– ¿Le gusta el estilo del América?-, se atrevió otro.
– Sólo me enfoco en el partido contra Islanders-, levantó el tono el DT.
Tenso el ambiente, decidí calmar los ánimos.
– Chepo, ¿Romagnoli sigue lesionado?
– Sólo me enfoco en el partido contra Islanders-, exclamó con la sangre subiendo a su cabeza.
– ¿Y eso qué? –repliqué-. Le pregunté sobre la lesión de su jugador.
– ¡Sólo me enfoco en el partido contra Islanders!-, me descerrajó y furioso pegó la media vuelta.
Volví al DF con un notón: El Chepo había declarado “¡Sólo me enfoco en el partido contra Islanders!”. Pero la cámara de TV Azteca guardaba una certeza aún más valiosa: salvo que yo fuera un tarado de proporciones galácticas, El Chepo era autista.
¡Anímate y opina!
Aníbal Santiago en sus inicios fue reportero de Reforma y otros diarios, y después pasó a escribir en revistas como Chilango, Esquire o Emeequis, en la que hoy hace periodismo narrativo. Ha sido profesor universitario y conductor de televisión. Premio Nacional de Periodismo 2007.
(Aníbal Santiago)