“Las hondas raíces del bullying”, por @drabasa

La conducta violenta infantil es más un síntoma que una enfermedad.

Cuando vemos en las noticias que un niño de 12 años tiene en su haber más cadáveres que un personaje de Game of Thrones, ¿podemos culpar al niño o debemos atender las circunstancias que han dado pie a dicho personaje? Cuando los desplantes psicóticos y sociópatas proliferan en una sociedad, esta debe preguntarse qué está haciendo para producir a dichos especímenes. Por ejemplo, no es extraño que una sociedad enajenada, violenta y hostil como la de Estados Unidos, una que divide el mundo de manera frívola y estúpida en ganadores y perdedores, produzca mentes deformadas e infectadas que producen masacres escolares de manera frecuente.

Recientemente en dicho país ha surgido una nueva iniciativa escolar para tratar de mantener la violencia lejos de las aulas. Las “alertas sobre posibles detonadores” [trigger warnings] suponen que las películas y libros que se estudian en el salón de clases deberían de venir con advertencias acerca de sus contenidos (por ejemplo, antes de leer El gran Gatsby debería advertirse a los estudiantes que contiene mensajes potencialmente misóginos y que exaltan modos de vida frívolos y decadentes).

El problema de la violencia pretende así combatirse estableciendo una especie de cerco de protección en las aulas y no atendiendo de raíz las causas que la originan. Al respecto, la ensayista norteamericana Rebecca Mead escribió en la revista New Yorker: “La esperanza de que la seguridad pueda ser encontrada […] en un salón de clases en el que enseñan literatura va en sentido contrario con la esencia misma de la literatura, que apunta hacia la expresión a través del arte de ideas incómodas que le permitan al lector expandir su nivel de comprensión y su experiencia personal. El salón de clases nunca podrá ser un ambiente totalmente seguro […] cuando el mundo exterior se demuestra persuasivamente hostil y, en ocasiones, horriblemente violento”.

Aunque la iniciativa en los Estados Unidos apunta hacia proteger a los alumnos de desórdenes postraumáticos (por ejemplo una chica que haya sido víctima de abuso sexual puede sentirse ofendida si en clase se ve una película que muestra una violación), Mead asevera que la violencia del mundo exterior seguirá irremediablemente permeando las aulas de clase sin importar las políticas educativas que se quieran imponer.

Los alarmantes niveles de violencia infantil (bullying) en México deben ser asumidos como un alarmante indicador de descomposición social generalizada.

Los niños agresivos no son sino el eco de una sociedad en la que la violencia sistemática y descarnada se ha convertido en un ingrediente cotidiano que amenaza con descomponer irremediablemente el tejido social de nuestro país. Además de encontrar métodos instrumentales (políticas educativas) para proteger a los más débiles, deberíamos de preguntarnos con mucha seriedad en qué tipo de entorno crecen unos niños que son capaces de asesinar a uno de sus compañeros de clases.

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 (DIEGO RABASA / @drabasa)