La desigualdad que viven las mujeres todos los días en el mundo es innegable: ganan mucho menos que los hombres, hacen una cantidad desproporcionada de tareas domésticas, tienen menos derechos, menos movilidad social y acceso limitado a los recursos.
No obstante, las mujeres están más representadas en el turismo que en otros ámbitos. Esto se debe a las características únicas del sector: menor énfasis en la educación y capacitación formal, y mayor énfasis en las habilidades personales y de hospitalidad, así como más probabilidades de participar en instancias gubernamentales, de dirigir el sector privado, asociaciones y ONGs. Hay que mencionar que el contacto con otras culturas permite a la mujer cuestionarse sobre sí misma y su lugar en el mundo.
A pesar de las posibilidades que presenta el turismo para el desarrollo de las mujeres, la brecha de género en el sector es de un 10-15%; solo el 5% de las empresas tiene una directora gerente y solo el 4% tiene participación mayoritaria femenina. Existe un acceso limitado a financiamientos para comenzar o hacer crecer un negocio; hay menos mujeres en roles de toma de decisiones; divergencia entre las calificaciones profesionales y las responsabilidades laborales y, finalmente, las mujeres son más propensas a ser víctimas de explotación sexual.
Para poder contrarrestar estos problemas son necesarios incentivos financieros y apoyo para emprender, acceso a la tecnología e infraestructura, contribuir al desarrollo de capacidades y garantizar leyes, políticas y programas públicos para la defensa de las mujeres. Solo así podremos hablar de una política de turismo con perspectiva de género y alineada a los marcos internacionales del desarrollo.