No recuerdo el título de esa película, pero el chiste es inolvidable: Cantinflas asiste a un velorio, una llorosa mujer vestida de luto le dice que tiene una opresión en el pecho, el otro le pregunta si no será lo apretado del brasier. Claramente la mujer habla de sus emociones por la pérdida, pero el personaje es incapaz de mirar más allá de lo superficial, más allá de lo obvio. Estos días he recordado varias veces esa anécdota gracias a Alfredo Castillo Cervantes, director de la Conade, quien por donde pasa en la función pública deja estropicios que demuestran su altanería e ignorancia, algunos de sus errores son sin duda mucho peores que otros. Él, como Cantinflas, debe pensar que algo malo debe tener el trabajo, o los ricos ya lo habrían acaparado. Por eso él tiene puestos, pero no trabaja.
Su novia, propietaria de una agencia de relaciones públicas, viajó con él a Río de Janeiro. Acostumbrado, como están los peñanietistas a los tratos a cuerpo de rey y reina, le regaló a la mujer un uniforme oficial de la delegación mexicana con valor de más de 15 mil pesos. Intentó que se les sentara en lugar de honor con la delegación y, cuando dicha distinción inmerecida se le negó, despreció a los directivos del comité, insinuando que los que se sentaron ahí representando a México no lo merecían.
Castillo declaró a la prensa que él y su novia iban representando a México, como si los honores diplomáticos los eligieran los funcionarios a diestra y siniestra. Luego, arrepentido de su estulticia, agregó que su novia en realidad lo representa a él (como si fuera Luismi viajando en gira mundial). Cuando las deportistas mexicanas se rebelaron, alegando que Castillo llevó a su novia pero no a los médicos especialistas que debieron haber acompañado a los equipos, Castillo respondió que su novia no viajó con recursos del erario. Ante el cuestionamiento, su asesora/novia le recomendó que simplemente tuiteara que no había recursos públicos de por medio en los gastos de la acompañante. Lo dijo, pero como suele ocurrir con esta administración, la aclaración no iba acompañada de evidencia, es decir, nomás por decir digo, diría Cantinflas. En entrevista con el diario Récord, el funcionario dijo “la propia marca (Hugo Boss) nos había regalado uniformes para que en su momento representáramos la unión” ¿y de paso le pidió a la firma de moda que hizo los uniformes nacionales que le regalara uno a su novia? Reviró: “es que sobraron porque no les quedaban a los deportistas”. El vestido de la novia fue cortesía de la marca como la casa blanca fue cortesía de Higa, no importa el tamaño del sapo siempre y cuando halla pedrada; sí pero no, allí está el detalle. O como diría Cantinflas: si se necesita un sacrificio, renuncio a mi parte y agarro la suya.
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Seguimos sin tener respuesta clara de por qué no estaban los médicos necesarios en la olimpiada ¿será que Castillo sigue esperando que su asesora le diga qué debe responder? O creerá que nos damos por enteradas de que no responderá adecuadamente. Cuando se le exige que rinda cuentas sobre por qué en tan breve lapso logró crear una crisis en diez federaciones deportivas, responde que los jueces (no dice cuáles) son el problema, que les quitaron la bandera y que la Conade es en realidad una agencia de viajes. No importa cuántas veces se escuche el audio de esta entrevista, hay minutos que resultan incomprensibles. Es decir por un lado es mucho, pero por otro es poco, diría el mimo mexicano.
Seguramente para este amigo del Presidente, al que en puesto en que colocan es puesto en que falla olímpicamente, lo importante es flotar de muertito en cada tarea que se le asigna, si lo premiaron como aviador deportivo después de su fatídico papel como improvisado comisionado de seguridad en Michoacán, por qué no sentirse estrella en gira en tierra carioca. Faltaba más, una vez que se premian la ignorancia y la incompetencia desde Los Pinos usted no se despreocupe que mientras diga ¡a sus órdenes jefe! Seguirá viviendo de nuestros impuestos.