Un partido de futbol no soluciona nada ni significa nada más que lo que significa. Pero carajo, que triste salir el domingo a la calle y ver al policia triste y a los niños tristes y a las mamás tristes en sus casacas verdes, arrastrando los pies con la mirada hundida en el piso. El futbol es también un termómetro y en un país sin demasiadas expectativas un penalti fantasma es toda una tragedia.
No creo en el discurso Calderiano de hablar bien de México ni en la alegría únete a los optimistas de Peña Nieto festejando los triunfos de la selección. Pero vale la pena rescatar el carácter y la mentalidad de los seleccionados, parte de una nueva generación de millones de jóvenes.
Una noche en Washington DC, tras el triunfo de México ante Brasil en las Olimpiadas, Diego Fonseca, gran amigo, editor y escritor, argentino y más mexicano que el taco por elección, dijo: “Estos chicos van a hacer cosas grandes”. Veía a los seleccionados distintos a sus antecesores y con posibilidades de llegar lejos.
Tras la medalla Olímpica llegaron las rondas clasificatorias y como canta Juan Gabriel nos encontramos en la misma ciudad y con la misma gente. La improvisación y los intereses de siempre sepultaron a la selección en los últimos lugares y solo un gol de Estados Unidos nos metió a Brasil 2014.
Entonces llegó Miguel Herrera. Alumno de La Volpe, y por instinto natural, ordenó jugar agresivo y abierto, con orden, sin prejuicios. En los partidos previos al Mundial la selección no mejoró.
Contra Camerún vimos un equipo diferente. El profe La Volpe enseñó a los chicos a recibir la pelota y girar para plantar juego ofensivo. Herrera cavó por ahí e hizo un buen trabajo de líder, motivador y estratega. Eso importa, pero lo más trascendente es la actitud de los seleccionados.
Estos chavos no padecen los traumas que a sus padres los hicieron inseguros. Pertenecen a una generación abierta al mundo que cree que pese a todo el país tiene potencial. Aprendieron a competir con los extranjeros sin resentimientos y a superarlos en buena ley. Son buenos y si hay continuidad pueden representar el fin del “sí se puede”, ironía perdedora del que grita que puede porque no puede.
Estos chavos sí pueden. Varios de ellos están asociados al oro en el Mundial sub 17 y en Londres. Al enfrentar a Holanda había en ellos más confianza. Tras el oro en Perú y Londres, el empate con Brasil y el triunfo ante Croacia, descubrieron que podían toparle a cualquiera. ¿Por qué nos derrotó Holanda? ¿Otra vez nos hundió el espíritu Jamaicón Villegas? Los ratones verdes del 6-0 en Argentina están enterrados. Ayer no fue un tema de falta de mentalidad ganadora. Ganó la mejor estrategia.
Estos muchachos son parte de una generación a la que pertenecen millones de jóvenes que pese a la guerra del narco y la violencia, gobiernos ineficientes y falta de oportunidades, creen en ellos porque igual que los seleccionados han crecido en un mundo abierto, habituados a enfrentar problemas nuevos y graves. Están mejor preparados que sus padres y en un país incendiado muchos lo están haciendo bien.
La lección de Brasil es que esta nueva generación puede hacer que las cosas sean distintas en el futbol. Pero eso no es lo importante. Esta generación a la que pertenecen millones puede hacer que las cosas sean distintas en un país urgido de hacer que las cosas sean diferentes.
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(Wilbert Torre / @WilbertTorre)