Lenguonia, Francia y Siria

Un periodista graba desde su apartamento el exterior del teatro Bataclan: decenas huyen, un hombre arrastra un cuerpo que es un bulto sangrante; retorciéndose, una persona entre cadáveres se aferra a la vida; un herido trastabilla; una embarazada se suspende en la fachada para salvar a su hijo.

En 167 segundos oímos 10 disparos; los alaridos y un escalofriante llanto femenino nunca cesan.

Por su ventana, el periodista grita tres veces a las víctimas: Qu’est-ce qui se passe? No halla una sola respuesta a su pregunta, que es la pregunta del mundo: ¿qué es lo que pasa?

En la caja de resonancia de Twitter decimos lo que sea y el fuego engendra dos bandos: A) Los #PrayForParis que se conmueven ante el dolor, ponen en sus perfiles la bandera francesa y a veces embisten contra los musulmanes. B) Los que llaman hipócritas a los del bando A, pues estos jamás usarían la bandera de Siria o Líbano pese a que ahí hay más muertos que en París, víctimas en el primer caso de los bombardeos de Occidente (Francia incluida).

Asumo que los mil 500 millones de practicantes del islam no respaldan un crimen monstruoso y tuiteo una foto: unos jóvenes, al parecer musulmanes, posan con el hashtag #Not in my name.

LEE LA COLUMNA ANTERIOR DE ANIBAL SANTIAGO: PALACIOS SOBRE ARENA

Despierto con mi tuit retuiteado 102 veces. Aunque por lo visto la idea de “no al odio” la comparten muchos, @Muriel_Rot me hace ver esto:“Por qué todos llevan el mismo cartel?” y @GafaPasta2 responde: “Es una foto trucada”. También estoy confundido.

La mañana del domingo, en Spotify le pongo a mi hija a Cri-Crí, que relata: Lenguonia es el país de los hablantines, no hay lengua que se esté quieta. Se charla incesantemente y al mutismo se le tiene el mismo pavor que a la muerte. Por naturaleza calladote, al Grillito Cantor le es muy difícil hablar hasta por los codos. Para no ser sospechoso de espía tiene siempre un diccionario y lee en voz alta las palabras al tun tun, como caigan, pues en ese país no importa qué se dice con tal de que se hable mucho.

“Twitter es la Lenguonia de nuestros tiempos”, pienso, pero como en Twitter las palabras valen (y duran) poco, el odio se disipa.

El problema está arriba. Hace un año, el vocero del Estado Islámico, Abu Al-Adnani, tras los ataques galos a los bastiones yihadistas, mandó tratar así a los occidentales: “Golpea su cabeza con una roca o mátalo con un cuchillo o atropéllalo con tu coche o empújalo desde un lugar elevado o asfíxialo o envenénalo. En especial a los sucios y despreciables franceses”. Odio puro.

Hoy leo en internet: “Por tercera noche consecutiva Francia bombardea Siria”. Odio puro, salvo que, ingenuos, creamos que no murieron civiles.

En Lenguonia preguntamos: ¿fue primero el huevo o la gallina? En el mundo, mientras tanto, los jerarcas alimentan el odio con su único plan de paz, las balas, y entonces la muerte de inocentes es la historia sin fin.

Quizá eso es lo que pasa.