La clase política tiene prioridades. Y no, no son los ciudadanos. El poder es el común denominador. Sin importar el partido y la ideología, todos lo buscan. Gobernantes, diputados, senadores, lo quieren. Anhelan el poder que les da influencia, “capacidad de negociación” y que busca comprar lealtades. Es el juego de la política. El problema es cuando la política pervierte y contamina lo que tendría que estar ajena a ella.
Los derechos humanos deberían estar lejos de las grillas partidistas. Su actuar y funcionamiento, para que en verdad tengan sentido, tendrían que estar ajenos de intereses políticos. Un organismo defensor de derechos humanos no sólo no debería depender de la autoridad, sino que está obligado a ser contrapeso.
Es importante traer a cuento esas obviedades ante el desdén que los diputados de la Asamblea Legislativa han mostrado frente a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, que tiene ya más de un mes sin presidente. Desinterés que se materializó cuando los diputados en la ALDF no priorizaron la continuidad o relevo de Luis González Placencia -quien había hecho un buen papel en la CDHDF- y por el contario lo engañaron, diciéndole que repetiría en el cargo, y a la mera hora PAN, PRI y Verde le metieron el pie a pesar de contar con el respaldo de casi 500 organizaciones de la sociedad civil.
Si las diferencias políticas impidieron que él continuara en el cargo, la grilla barata obstaculiza que los legisladores vean a la CDHDF como tema prioritario para la Ciudad. Como botón de muestra, el desaseo con el que se ha manejado el proceso de selección.
Ya de por sí tarde, la ALDF aseguró que el pasado 20 de octubre publicaría la lista definitiva de las y los candidatos a ser Ombudsman capitalino, cosa que no hizo en tiempo y forma. De acuerdo a la convocatoria, del 21 al 28 del mes pasado grupos civiles podrían dar su opinión sobre las postulaciones, cosa que tampoco ocurrió. Apenas el 30 de octubre –un mes después de que Placencia dejara su cargo- comenzó la pasarela de 29 suspirantes que buscan presidir la Comisión. Y comenzó con el desinterés de los diputados. Citaron a las 9 de la mañana a Manuel Fuentes, el primer candidato, pero los legisladores llegaron una hora después… y la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea, Dinorah Pizano apareció hasta las 10:15 horas, para comenzar la entrevista del aspirante 15 minutos después. Sí, una hora y media tarde.
El más joven de los organismos públicos de defensa de los derechos humanos que existen en México, atraviesa por una crisis en la que los diputados de la ALDF lo han sumido. Quizá a los legisladores les importe poco una institución que se encarga de conocer sobre quejas y denuncias por presuntas violaciones a los derechos humanos cometidas por cualquier autoridad capitalina o en los órganos de procuración y de impartición de justicia. Probablemente no les importe, porque la Comisión no está supeditada a ninguna autoridad o servidor público. A lo mejor quisieran que quien presida la CDHDF les rindiera cuentas e hiciera “política”, como ellos.
Aún con lo tarde que van y el desdén mostrado, los diputados en la ALDF pueden revertir el camino y privilegiar perfiles, por encima de cuotas e intereses partidistas. De ser el caso, entre quienes son impulsados con fuerza, ni Armando Guadalupe Soto (apoyado por el grupo IDN, que comanda René Bejarano), ni Alejandra Nuño (favorita del ex Ombudsman del DF, Emilio Álvarez Icaza) o Salvador Abascal (panista, al que ni en su partido terminan de respaldar) tendrían posibilidades.
Si el proceso se aleja de las grillas y los acuerdos en lo oscurito, la mira debe apuntar a José Antonio Guevara Bermúdez (ex Tercer visitador de la CDHDF), José Luis Caballero Ochoa (consejero en receso de la Comisión de Derechos Humanos capitalina) y Perla Gómez Gallardo (defensora de la libertad de expresión y académica de la UAM).
Por eso la pregunta a los diputados, ¿les importa la CDHDF?
(MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN / @mlopezsanmartin)