Llevan siglos haciéndolo. Si-glos. Destruyendo manuscritos y códices, arrancando páginas de los libros y haciendo hogueras con ellos y con sus autores, cortando lenguas y cabezas para acallar toda posible disidencia y lograr que nadie hable mal ni del Dios en turno, ni del sacerdote, ni del Rey, ni del presidente de la República.
Siglos creyéndose la policía del conocimiento, los vigilantes de “la verdad”, los protectores del pueblo que según ellos: “no está preparado” para saber las cosas que tendría que saber. Siglos atropellando el desarrollo de los pueblos sometidos, convirtiendo al conocimiento en un artículo de lujo. Siglos restringiendo, coartando, censurando, silenciando y asesinando la voz del que piensa diferente.
Sin duda su tenacidad es encomiable, pero no podemos decir lo mismo de su capacidad de aprendizaje. Curioso que quienes vigilan que la información no circule estén tan mal informados sobre la consecuencia de sus cotidianas castraciones. No se dan cuenta de que no hay manera, de que por mucho que quemen, destruyan, oculten y censuren, las verdades siempre terminan saliendo a flote y a veces es ese mismo acallamiento el que potencia el mensaje que se quiere censurar.
Nunca olvidaré al pobre barbero del Rey Midas, el único que sabía de las orejas de burro del Rey, quien al no soportar llevar a cuestas semejante verdad cavó un hoyo en el campo donde enterró su secreto. Tiempo después creció allí una mata que al soplar el viento decía: “Midas tiene orejas de burro”.
El gobierno federal en complicidad con el legislativo parecen muy interesados en tener control sobre los contenidos de internet, lo que sólo se ve en países no precisamente democráticos y bajo regímenes no precisamente modernos. Lo que argumentan los lamecopetes de Peña Nieto es que “todo es por nuestra seguridad”, pero el precio que habría que pagar por esa incierta “seguridad” es demasiado alto e implica un retroceso a los tiempos de Fray Diego de Landa, el idiota que en una defensa inolvidable de su ignorancia quemó miles de códices mayas, privando de un conocimiento invaluable a decenas de generaciones.
Son días negros para el derecho a la información. Los censores no sólo no aprenden, ahora mueven sus hilos para legitimar el silencio. Los gobiernos estatales y el crimen organizado tienen maniatada a la prensa local, los periodistas asesinados en este sexenio han aumentado dramáticamente y, por otro lado, los medios electrónicos en su mayoría manejan líneas implacables e intereses multimillonarios que les nublan la visión para poder mirar más allá de sus acciones en la bolsa. Ahora las redes sociales están en la mira. Y no es que no se aplique ya la censura en éstas, más bien se pretende legalizar dicha censura.
Esa es la modernidad que nos viene manejando el nuevo PRI, el viejo PAN y lo que queda del resto; esa es la nueva manera de practicar el “Saving Mexico”, haciendo que las voces diferentes no se escuchen, que parezca que estamos felices, que dé la impresión de que aquí no pasa nada. Y lo más importante de todo: que nadie se entere que el Rey tiene orejas de burro.
P.D.
Esta noche y mañana sábado me presento en un concierto tragicómico llamado justamente “Saving Mexico” en el Teatro bar El Vicio (Madrid 13, Coyoacán) a las 10:30 pm. Quienes muestren este ejemplar de Máspormás tendrán un dos por uno en su entrada. ¡Allá nos vemos!
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(FERNANDO RIVERA CALDERÓN / @monocordio)