Curiosa figura retórica esa del eufemismo. “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”, dice la RAE. “Expresión con que se sustituye otra que se considera demasiado violenta, grosera, malsonante o proscrita por algún motivo”, dice el María Moliner.
Podríamos ofrecer una tercera vía menos institucional: “Expresión que pone de manifiesto la incapacidad que tenemos los seres humanos para llamar a las cosas por su nombre y ver las cosas como son”.
Los ingleses inventaron el verbo lobbying (utilizado desde comienzos del siglo XIX) para describir las negociaciones extraoficiales que miembros de agencias reguladoras o representantes del parlamento llevaban a cabo con actores no gubernamentales para modificar una legislatura a favor de una causa determinada.
Si bien es cierto que el término no tiene únicamente una acepción peyorativa, hoy en día se utiliza casi exclusivamente para describir el trabajo que miembros de la iniciativa privada llevan a cabo para evitar regulaciones o promover leyes que favorezcan un giro comercial determinado.
Dos documentales recientes (Food Inc. y Fed Up!) han puesto de manifiesto la enorme incidencia que las grandes corporaciones estadounidenses tienen en las más altas esferas del gobierno de su país.
En ambas cintas podemos ver cómo los grandes consorcios alimenticios de nuestro vecino del norte han doblegado las tímidas intenciones de la actual administración por tratar de detener los monstruosos índices de obesidad en los Estados Unidos que apuntan hacia una población que tendrá dos terceras partes de obesos y uno de cada tres ciudadanos con diabetes en el 2040.
A pesar de que las evidencias son contundentes y amplias acerca del veneno que supone para los norteamericanos estar sujetos a un inclemente acoso de comida chatarra (rápida) y de alimentos con dosis de azúcar refinada asesinas, el gobierno norteamericano ha sido incapaz de poner un freno a esta industria por la simple y sencilla razón de que el lobby que los representantes de dichas corporaciones hacen con legisladores locales y con medios de comunicación vendidos y panfletarios como Fox News es demasiado potente.
¿Qué entendemos por lobby? Cantidades de dinero industriales que van a parar a manos del legislador, legisladora, periodista o encargado de una comisión reguladora adecuado.
El lobby no es otra cosa que un vil, franco y burdo soborno. Una práctica política que se ejerce aún en las “democracias” más consolidadas. El poder que tienen las megacorporaciones por incidir en la vida política de los países es prácticamente total. Si esto sucede en países “desarrollados”, ¿qué podemos esperar en esta suave patria infectada en lo más hondo de su genotipo cultural –según nuestro máximo mandatario– con el virus de la corrupción?
(DIEGO RABASA / @drabasa)