A Enrique Peña Nieto le ha parecido necesario explicarle personalmente a sus gobernados un tema de vital importancia: el Presidente de la República no se pone los calcetines al revés.
Entendió que si las personas pensaban que él no era capaz de ponerse bien los calcetines, comenzarían a dudar seriamente de sus capacidades como Presidente de ese país.
Demasiado tarde: una buena parte de la personas que habitamos este país ya dudábamos seriamente de sus capacidades como Presidente, y no precisamente por el “Calcetín-gate” como él mismo lo llamó.
De otro modo, nadie en su sano juicio hubiera pensado siquiera que alguien que lleva la investidura presidencial y que gobierna a millones de mexicanos podría ser capaz de ponerse mal los calcetines… pero tratándose de Peña Nieto, honestamente no culpo a nadie de haberse ido con la finta.
Y es que el asunto aquí no es que el Presidente de México se pusiera o no los calcetines al revés, sino el hecho de que muy pocos dudaran que lo hubiera hecho así, a tal grado que tuvo que salir a mostrar una fotografía de sus calcetines para “aclarar” el malentendido.
Cualquiera pensaría que, ahora aclarado el calcetín-gate, el presidente Peña Nieto procederá a aclararnos qué sucedió en Tlatlaya, en Tanhuato, en Apatzingán, en la Narvarte, en la fuga del Chapo, y nos dirá dónde están los jóvenes de la
Normal de Ayotzinapa y quiénes son todos esos cadáveres que aparecen en las fosas que han encontrado esos hombres y mujeres que también están siendo asesinados por buscar a sus muertos.
No lo va a hacer. Lo importante para él son sus calcetines. Que los críticos de siempre digan misa, que publiquen sus columnas y den gritos y manotazos, que sigan marchando en las calles, que sigan quejándose de todo. Que hay más secuestros, que la violencia ha aumentado, que el Ejército ejecuta a personas a discreción no importa. En este gobierno hay prioridades: que la gente reciba sus pantallotas con el logo de Mover a México y que el Presidente deje en claro a la sociedad que sí se sabe vestir por sí mismo.
A veces juzgamos las cosas de manera superficial. Creemos que Peña Nieto es banal y superfluo, pero ignoramos lo importantes que pueden llegar a ser unos calcetines para alguien que gobierna con los pies.