Hace apenas un par de días, publicamos en Animal Político los testimonios de testigos del enfrentamiento entre presuntos delincuentes y policías federales en Michoacán, que dejó un saldo de 43 muertos.
Lo que cuentan puede resumirse en una frase: los “malos no tuvieron oportunidad”. El saldo es claro: 42 de los muertos son presuntos delincuentes.
La información que publicamos pretende arrojar un poco de luz sobre los hechos. Sólo eso. Por supuesto, lo que narran los testigos es todavía información parcial y no permite llegar a conclusiones definitivas. No sabemos quiénes eran los muertos, ni quién disparó primero, de qué los acusaban, por mencionar lo más obvio.
A estos dichos habría que sumar la limitada información oficial que se ha dado, según la cual fue “un enfrentamiento” que duró tres horas. No hubo ajusticiamientos, se insiste.
Podemos quedarnos con esta versión oficial y dar vuelta a la página.
Sin embargo, los testimonios y lo que ha sucedido antes debería dejar en claro que tenemos derecho a dudar y a exigir investigaciones internas y externas. La razón es simple: si mintieron en Tlatlaya, por qué aceptar la versión oficial sin chistar.
Al igual que muchos más, me niego a simplemente creer en lo que nos dicen, hasta que no concluyan los peritajes.
Hasta ahí, pensaba yo, mi opinión era la misma que la mayoría.
Sin embargo, lo que lo que más me ha sorprendido es que no es así. Por el contrario, he recibido mensajes, a raíz de nuestra nota, que niegan la validez de una investigación independiente, bajo el pobre argumento de “murieron porque se lo merecían”.
La investigación sobra, dicen los que se han instalado en ese bando.
Resumo en tres las preguntas-reclamos que he recibido de lectores y hasta de algunos funcionarios:
– ¿Estarían satisfechos si los que mueren son los policías?
– Si fueras víctima de la delincuencia organizada, ¿no celebrarías esas muertes?
– ¿Los delincuentes merecen algo mejor?
¿Cuándo perdimos la claridad de que no podemos validar una guerra que pase por encima de la ley?
Equivocan el tiro –la metáfora vale- quienes suponen que cuestionar a la autoridad o pedir que se investiguen los casos significa respaldar a la delincuencia.
Es fácil hacer la caricatura de “sólo entienden a balazos”. Lo complejo es asumir que la autoridad no tiene derecho a usar la fuerza de manera desproporcionada, sin control ni protocolo, sin respeto a la ley y a los derechos humanos, sin investigación, sin proceso judicial. Y que pedir esto no es sinónimo de debilitar a la autoridad, sino de fortalecer el tan mentado estado de derecho.
Es, por si fuera poco, protegernos a nosotros mismos.
No está de más subrayar: me niego a asumir que existen bandos. Y ratifico la exigencia: el gobierno debe aceptar que es parte de su trabajo verificar el cumplimiento de la ley, evitar que se polarice en este tema la opinión pública e incluso impulsar la convicción, entre los mismos ciudadanos, de que sólo la ley vale en esta “guerra”.
( Daniel Moreno)