Todo se jodió.
En los últimos días no solo nos quedamos sin los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Nos quedamos sin gobierno, sin presidente, sin policía y sin procurador, porque como ustedes saben, el señor está cansado.
La verdad es que ya estábamos así desde mucho antes, pero la ausencia de los normalistas ha hecho visible toda la mierda. Las ausencias pesan y abren huecos enormes por donde se mira todo y el silencio de 43 estudiantes ha dejado escuchar el grito indignado de miles.
El país está de luto. Y el luto y la indignación llegan a otras partes del mundo porque –como escribió Jorge Drexler– “el dolor nos Iguala”.
Sin embargo, la clase política y buena parte de los medios de comunicación no comparten ni el luto ni el dolor. El procurador cansado nos dice con una soberbia inaudita que su investigación fue un éxito. Responde de malas a los cuestionamientos de la prensa y confiesa que si a él le pasara lo mismo no sabría qué hacer.
Mientras tanto, el presidente Peña Nieto –quien debe estar muy tranquilo desde que Ciro Gómez Leyva le dijo que él no mató ni por omisión a los jóvenes de Ayotzinapa—decidió irse a China llevando consigo a su más importante colaborador: su maquillista.
Estamos solos. Nos dejaron a nuestra suerte. En vez de garantizar el Estado de Derecho, en vez de buscar justicia y acabar con la desigualdad, se van, se cansan, se enojan; pero eso sí, intentan por todas las formas desacreditar las manifestaciones de repudio y de indignación. Envían a grupos de choque, como lo han hecho siempre, a romperlas, a convertir una protesta de personas que estudian, trabajan y tienen familias en un show de televisión para que al otro día los conductores de nuestros noticieros y columnistas estrella se den vuelo descalificando o minimizando el hecho de que miles de personas salgan a las calles con una exigencia común.
Escucho que un niño le pregunta a su padre qué pasaría si lo desaparecen, que qué haría, que si lo buscaría. Yo siento que me rompo por dentro. Porque no creo que haya un niño o joven en este país que no se esté haciendo hoy la misma pregunta. Y porque no tendrían por qué estar preguntándose algo así. Y porque no sabemos qué decirles, porque no vemos la salida por ninguna parte; porque en realidad todos hemos comenzado a desaparecer, poco a poco, y no podemos permitirlo.
No podemos.
(Fernando Rivera Calderón)