Todavía recuerdo la ilusión que provocó la primera derrota del PRI, en una elección para gobernador, hace ya 26 años. O la esperanza que generó el triunfo electoral de Vicente Fox en el año 2000.
El fin del sistema de partido (casi) único abría la puerta para una auténtica cascada de cambios.
Sin embargo, a todos nos queda claro que la alternancia ha servido de poco en al menos dos temas clave: combate a la pobreza y freno a la corrupción.
En el primer tema, habrá que decir que van 15 años de alternancia y seguimos teniendo la misma cantidad de pobres.
Pero eso no es lo peor: en el segundo tema hay que decir que hoy tenemos más corruptos. Porque cuando de corrupción se trata, la que entonces era oposición terminó siendo mucho más parecida al PRI de lo que hubieras esperado. El dinero, para simplificarlo, acabó con los ideales de la izquierda. Y el poder hizo caer los principios que presumía la derecha.
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Este tema viene a cuento porque apenas ayer se presentó el nuevo Índice de Percepción de la Corrupción, que elabora Transparencia Internacional, y que nos vuelve a recordar que no avanzamos: Somos el país más corrupto de la OCDE y estamos sumidos en el lugar 95 a nivel mundial.
No necesitaban venir a decírnoslo para que lo supiéramos. Pero es buen pretexto para insistir que la alternancia, a nivel federal o estatal, no ha sido capaz de lograr un cambio. Sólo por mencionar ejemplos estatales, ahí están Guerrero, Sonora, Tabasco, Baja California Sur, Zacatecas, Oaxaca y Nuevo León. Cambiaron de partido, pero nada pasó. Apenas conseguimos algunas declaraciones estridentes –“Saquearon las arcas públicas, vamos a investigarlos, no habrá impunidad”-, que nunca se han traducido en hechos.
Si nos atenemos a cuántos políticos están en la cárcel por corrupción, parecería que tenemos una de las clases políticas más limpias.
Pero quizá la peor parte no es que sólo se encarcele a los políticos, sino que no hemos sido capaces de dotarnos, como país, de las instituciones y las leyes que dibujen un futuro mejor.
No por nada dicen Transparencia Internacional y Transparencia Mexicana que para enfrentar este problema falta una agenda legislativa contra la corrupción, indicadores que permitan medir la eficacia del Sistema Nacional Anticorrupción y hasta un mero seguimiento a las denuncias de la Auditoría Superior de la Federación (ya saben: cada año la Auditoría nos dice que se desviaron recursos y no pasa nada).
No suena tan complicado. Sin embargo, creo que todos tenemos claro que nuestra clase política no es capaz de entrarle al tema. Va en contra de su naturaleza y sus privilegios.
Quedan la presión ciudadana, el destape de casos de corrupción vía los medios de comunicación, estudios como el de Transparencia Internacional, vigilancia de organizaciones de la sociedad civil… Sólo queda, pues, obligarlos.
Siempre hay que subrayar: si no avanzamos en este tema, otros -como el combate a la pobreza o la democracia plena- son sólo un sueño.