People Who Eat Darkness, de Richard Lloyd Parry (2011).
Una zambullida al submundo tenebroso de la prostitución en Tokio, gravitando en torno al asesinato de Lucie Blackman, una chica inglesa que trabajaba en Roppongi, uno de los más concurridos barrios nocturnos de la ciudad. El libro funciona en tres terrenos: como perfil psicoanalítico del asesino, un villano esquivo y espeluznante; como investigación periodística, con el autor detrás de las pistas que eventualmente lo llevarán al cadáver de Blackman; y como retrato del rostro oscuro de Japón, que ama y odia, utiliza y necesita a Occidente. Imperdible.
Rating, de Alberto Barrera Tyzska (2011).
Empezando como una sátira televisiva y culminando como un descenso a la amoralidad con tintes trágicos, la obra de Barrera, publicada por Anagrama en el 2011, es una novela de arranque modesto que poco a poco revela una urdimbre compleja, alternando tres voces muy distintas: Repleta de observaciones y hallazgos que tocan terrenos más hondos que la simple crítica a la caja idiota, la telenovela y la frivolidad del medio.
El Ruido de las Cosas al Caer, de Juan Gabriel Vázquez (2011).
Estoy a un piropo de exigirle a Vázquez una fracción de sus regalías, pero allá va: El Ruido de las Cosas al Caer, recién traducida al inglés este año, es, acaso, una novela perfecta: la radiografía punzante de una generación asolada por la violencia del narco, una historia de huérfanos y náufragos, de obsesiones y recuerdos. Una novela sobre la inevitable e inútil empresa de vivir con la vista fija en el espejo retrovisor.
Dusk and Other Stories, de James Salter (1988).
La economía descriptiva no siempre es una cualidad. Hay autores que utilizan tres páginas para describir un rostro, con una prosa tan rica y un punto de vista tan original que al lector no le importa si la trama se detiene en un solo detalle. Sin embargo, cierta frugalidad se agradece, y en la literatura estadounidense hay pocas plumas tan concretas y a la vez elocuentes como la de Salter, capaz de dibujar una vida entera con una pincelada. Dusk and Other Stories es una gran colección de cuentos.
Y el peor:
Doctor Sleep, de Stephen King (2013).
He pasado la vida detestando a todo el que usa la frase “nunca segundas partes fueron buenas”. Con la secuela de The Shining, King me calló la boca y tupió el arsenal de mis interlocutores de aquí a fin de siglo. Doctor Sleep es una desviación estéril del original y un libro sin lógica interna, con una prosa que confunde simplicidad con aridez. Pido de vuelta mi dinero, pero sobre todo el tiempo que empleé en atravesar sus dos millones de tediosas páginas.
(DANIEL KRAUZE / @dkrauze156)