Una camioneta negra Escalade cerró el paso al Jetta gris en territorio de Los Caballeros Templarios. Dentro viajaba el equipo de Milenio Televisión. Detrás del auto otra camioneta, una Suburban color arena frenó intempestivamente, pero la primera puerta que se abatió de forma violenta fue la de la Escalade. De inmediato descendió un tipo que llevaba puestos unos lentes oscuros tipo Ray Ban y unos tenis deportivos. Conforme se dirigía al auto que tenía acorralado sumía el estómago y aventaba el pecho hacía adelante para luego levantarse la playera y sacar una pistola.
El sicario cortó cartucho una vez que el cañón iba a estrellarlo contra la sien del periodista Víctor Hugo Michel. Los dientes con coronas de metal de aquél tipo brillaron cuando dijo: “¡Dame la cámara!”. Michel se sintió un hombre muerto. Al rozar su vista con la punta del cañón simplemente bajó la mirada. Esos momentos de regresión de toda la vida que suelen pasarle en la cabeza en fracción de segundo a alguien que está sintiendo la muerte no corrieron por la de Michel. Simplemente se trabó. Su mente se puso en blanco y esperó el tiro que habría de volarle la tapa de los sesos.
El golpe que horas antes acababa de recibir el cartel más cruel y despiadado al ser derrocado en Nueva Italia, el punto geográfico más importante de Tierra Caliente por ser puente comercial y de trasiego de la droga, tenía a Los Caballeros Templarios dispuestos a frenar el avance de las autodefensas, cuyo objetivo siguiente era llegar a Apatzingán, donde el sicario de los dientes con coronas tenía encañonado al periodista que había sido de los primeros en entrar al bastión templario en el peor momento de esa guerra.
En Apatzingán, donde el invierno suele ser cobijado por una temperatura de más de 32 grados o más, Michel sintió helada y rasposa la punta de la pistola en el cuero cabelludo, pero por fortuna el sicario no jaló el gatillo, le perdonó la vida; así la información. Con las manos temblorosas el camarógrafo había entregado el equipo y el sicario se había vuelto a la Escalade negra para luego largarse con el material.
Michel, quien ha ganado dos veces el Premio de Periodismo Investigativo y de Acceso a la Información de México y obtuvo la mención honorífica del Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez, escuchó decir: “¡No mames!” a uno de sus otros tres compañeros con los que trabajaba y se trasladaba al hotel para transmitir después de cubrir una manifestación en la Zona Militar de simpatizantes Templarios. Esas dos fueron las primeras palabras que lo hicieron salir de la horripilante pesadilla.
Luego se quedaron como hipnotizados respirando fuerte. Pese a todo Michel fue un periodista afortunado. Más de 31 colegas de 2010 a la fecha no corrieron con la misma suerte. Mañana Artículo 19, órgano que defiende la libertad de expresión, presentará un informe anual de violencia contra la prensa en México. “Este informe ocurre en un contexto que resulta adverso para el ejercicio de la libertad de expresión. 2013 fue uno de los años más violentos contra la prensa en el último lustro”, dijo Artículo 19.
No fue el seguimiento a la movilización lo que indignó al sicario, que después se supo era el jefe de la plaza de Apatzingán y lo apodaban El Pantera. Sucedió que el equipo de Milenio pasaba frente a una gasolinera y se sorprendió al ver que era la única que ofrecía servicio en una coyuntura en que los dueños de los negocios los habían cerrado y se habían ido a guardar a sus casas debido a que días antes un Oxxo y una sucursal bancaría habían sido incendiados y amenazaban con más actos de violencia. Los que estaban en la cola eran los halcones del cartel.
-Ya todos sabemos que te iba a chingar El Pantera- le dijo al periodista un empleado del hotel en donde se hospedaba apenas unos minutos después de lo sucedido. Buscó su imagen en internet y encontró una foto de él. Volvió a ver sus dientes con coronas, esos dientes que jamás saldrán de su cabeza.
Michel se quedó pensando lo fácil que es matar a cualquier persona, pero también es de esos periodistas aferrados al oficio –lleva esa sangre en las venas, es hijo de dos reconocidos periodistas-. Cree además que pese a todo sin periodismo las cosas podrían estar mucho peor. Por eso después de un debate entre los cuatro pasajeros del Jetta tres decidieron quedarse a seguir con la cobertura y otro volver a la ciudad de México.
Casi dos meses después Víctor Hugo Michel estaba de enviado en China elaborando un reportaje de asuntos comerciales cuando se enteró que El Pantera había sido abatido por el Ejército. Por fortuna podemos seguir leyéndolo y viéndolo en Milenio TV. Pero tras conocer la noticia salió a caminar pensando otra vez que pudo haber tenido la misma mala suerte que sus colegas asesinados o desaparecidos, cuyas voces y ojos han sido al mismo tiempo mutiladas a la sociedad mexicana.
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