Lo sabíamos: el #YaCholeConSusQuejas no fue sólo un momento de furor publicitario. Es una manera de leer (es un decir) la temperatura social del país. Y 2016 será clave para la continuidad (o no) de esta percepción desde las alturas; para mantener (o no) la temperatura organizacional de quienes toman decisiones, pues.
El gobierno federal, ya lo sabemos, intentó dar un portazo en la nariz a quienes “critican que nada sucede” con ese comercial en donde los personajes convencidos de las bonanzas vigentes espetan un “ya chole con tus quejas” a los renegados. La historia la conocemos: terminó hasta en el escritorio de la lucidez divertida de la televisión nocturna estadounidense. El comercial fue más o menos retirado, o medianamente silenciado, me imagino que con un gruñido de ya chole con sus quejas al ya chole… o algo así.
Pero ahí no han quedado los furores.
Este fin de año, muchas plumas publicadas arremetieron contra el afán de queja de quienes “nunca pueden reconocer los logros” o lamentaron que el debate público disminuyese tanto en calidad, durante este sexenio, que le sea imposible remontar la inquina para lograr articularse en un escenario de confrontación de ideas (y no sólo de maledicencias). En resumen, lo que esas plumas quisieron decir es que hay muchas cosas buenas que sí están pasando y muchos malos (de espíritu, o algo así) que no las quieren reconocer. Un #YaCholeConSusQuejas reloaded.
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Así las cosas en el desencuentro nacional.
No seré yo quien niegue que la calidad del debate público no está (siempre) a la altura deseada y que las maledicencias (de todos lados) suelen ganar en estridencia a la articulación de las ideas. Sólo que no creo que esto se solucione a base de reglazos de prefecto en tono “ya dejen de quejarse que las cosas están bien, aunque ustedes no las quieran ver así”. Si en la crítica al #YaChole hubiese también visión, se entendería que todos los movimientos políticos y sociales del momento mandan señales claras sobre el hartazgo con un verticalismo que no sabe dialogar. España, Estados Unidos… el propio fervor por el papa Francisco: una parte importante del mundo aplaude la horizontalidad dialogante y actúa en consecuencia (guste a quien le guste).
Y la “excepcionalidad mexicana” no se sustraerá de esta tendencia.
Tengo para mi que en 2016 se seguirá poniendo en jaque a una clase política que no sabe cómo mirar de frente a la ciudadanía, y que será un año más para probar la actividad de esa ciudadanía que se entiende participativa y demandante. Es decir, pa’ que me entiendan pues, que los quejumbrosos no cesarán. Tal vez ésa termine siendo la dinámica que realmente mueva a México. O, por lo menos, ese es mi deseo para el año que arranca.
¡Feliz 2016!