La ejecución del mexicano Edgar Tamayo en Texas, uno de los estados que más se beneficiarán económicamente con la reforma energética de Peña Nieto, nos deja muy en claro que a Estados Unidos no le basta que el gobierno mexicano le ponga el petróleo y sus utilidades en bandeja de plata para mostrar un poco de piedad.
Ya desde antes les iba bien, recordemos que nada más a la refinería texana Deer Park Refining Limited Partnership, Petróleos Mexicanos le pagó 12 mil 290 millones de dólares entre 1993 y 2012 por compra de gasolina. Ahora las cosas van a mejorar… para ellos.
La pena de muerte es un absurdo cotidiano no solo en Estados Unidos, pero por lo menos ellos la aceptan, la convirtieron en ley, se podría decir que incluso se sienten orgullosos de mantener viva tan salvaje tradición. En México se practica con mayor vehemencia pero nos jactamos de que acá no es legal. La aplican los delincuentes pero también el Estado lo hace de manera silenciosa y aún así decimos que no existe. Sólo de pronto hay algo que desaparece y casi siempre lo notamos cuando ya es demasiado tarde.
Así les pasó a los habitantes del Cerro de San Pedro a las afueras de la ciudad de San Luis Potosí, que un día descubrieron que el cerro que aparece en el escudo de armas del estado se lo habían echado los de Minera San Xavier en pos de la explotación de una mina a cielo abierto, auspiciada por autoridades del estado que desde hace años trabajan en función de los intereses de la trasnacional.
En México hay muchos condenados a muerte: los derechos humanos, nuestro incipiente sistema electoral, la capacidad de dialogar, la transparencia, nuestra privacidad, la educación, la cultura, el deporte, la investigación científica, los pequeños empresarios que no sobreviven a la carga fiscal y a las extorsiones del estado, los pequeños empresarios que no ceden a las extorsiones del crimen organizado, los miles de jóvenes que no tienen acceso ni a la escuela ni al trabajo y se suman a la delincuencia; las personas que están en la cárcel sin tener que estar ahí, atrapadas en juicios interminables y la izquierda siempre dispersa y mezquina hundida en su propio fango. Pero sobre todo está condenada a muerte, la esperanza de que este país pueda salir de esta maraña de violencia y corrupción porque en el discurso gubernamental todo está bien, todo está bajo control. Demasiados muertos en curso. Demasiadas penas de muerte como para decir que aquí no se practica. Demasiada insolencia de quienes dicen que las cosas van bien.
(FERNANDO RIVERA CALDERÓN / @monocordio)